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Analistas 13/07/2017

Jaque a la libre expresión

Eric Tremolada
Dr. En Derecho Internacional y relaciones Int.
La República Más

No respetamos la libertad ajena porque nos complace. lo hacemos porque es un derecho universal

El 27 de enero de 2015, con ocasión del atentado al semanario satírico francés Charlie Hebdo, dijimos que el derecho a la libertad de expresión -incluidas nuestras creencias- solo debe tener los límites que la ley le impone y si se transgreden se deberá sancionar a los transgresores. No respetamos la libertad ajena porque nos complace -que fácil sería-, lo hacemos porque el derecho a la expresión es un derecho universal, válido en todo momento y ocasión, inherente a la naturaleza humana.
Como en su momento mencionamos, este concepto, consolidado a partir de la doctrina de los derechos naturales, defendido por Montesquieu, Voltaire y Rousseau, quienes veían en la libre difusión de las ideas y en su disenso el avance de las artes, las ciencias y la participación política, configuraron el derecho a la libertad de expresión que cimentó la guerra de independencia de los Estados Unidos, su primera enmienda y la revolución francesa.
No deja de ser paradójico que cuando se cumplen 228 años de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que aprobó la Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789, su artículo XI sobre la libre comunicación de los pensamientos y opiniones, parezca revaluado en muchos lugares del mundo. Así, Al Jazeera, el canal de noticias más visto en el mundo árabe, que suma más espectadores que el conjunto total de sus principales competidores, tiene su señal satelital y el acceso a internet bloqueados por Arabia Saudí y sus aliados, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto. Como si fuera poco, estos gobiernos exigen al de Catar el cierre de Al Jazeera, porque la consideran una plataforma para los extremistas y un medio de interferencia en sus asuntos.
Por su parte, en la víspera de la celebración de la independencia americana, el presidente de Estados Unidos tuitea un video ficticio de sí mismo dándole una paliza a un periodista de un medio de comunicación crítico. Se trató de un show impostado que pretende excitar al público para que tome partido por un luchador (Trump) frente a CNN o cualquiera de los que él llama fake media (entre estos, además de CNN, The New York Times y The Washington Post). Pese a la irritación que generó el video -que se volvió viral-, Trump, poco después, reafirmó: “Los medios deshonestos nunca nos apartarán de cumplir nuestros objetivos en beneficio de nuestro gran pueblo americano”.
En Israel, hace un poco, nació la Corporación de Radiotelevisión (KAN, por sus siglas en hebreo). Idea que pretendía -desde 2014- emular la independencia de que goza la BBC en el Reino Unido. El Parlamento había decidido reemplazar el Canal 1, que por la competencia privada y su central sindical perdía competitividad día tras día. Sin embargo, el gobierno de Netanyahu, tal como lo expresó su ministra de Cultura, Miri Regev, desde 2015 dijo: “¿De qué sirve la nueva corporación si nosotros no la controlamos?”
Así, se empezó a forzar la destitución de los directivos del nuevo canal, a quienes se les consideraba inclinados hacia la izquierda y se dilató su entrada al aire, hasta que se separaron los servicios informativos en un nuevo ente, distinto al KAN, que asumió el resto de la programación. Netanyahu, desde que perdió las elecciones en 1999, al término de su primer mandato, responsabiliza a la hostilidad de la prensa de sus reveses políticos.

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