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Grigoris Lambrakis era un médico, diputado pacifista y miembro de la resistencia durante la segunda guerra mundial, que desafió la polarización política y el paramilitarismo de extrema derecha que reinaba en Grecia en los años 60. Grupos paramilitares atacaron a Lambrakis con la complicidad de la policía. La investigación del asesinato expuso la corrupción institucional, debilitó la narrativa oficial de un accidente y deslegitimó a las élites que lo toleraban.
El asesinato y su encubrimiento expusieron la instrumentalización de la violencia política y el uso de actores no estatales para fines partidistas. Tras el asesinato, miles de personas acompañaron su féretro y las protestas impulsaron un movimiento de indignación nacional que pese a la prohibición mantenía vivo su legado e ideas bajo el símbolo de la letra Z que se multiplicó por los muros de las ciudades (abreviatura “Zei” que significa “él vive”).
La crisis política desembocó en la Dictadura de los Coroneles, e inspiró al escritor Vassilis Vassilikos a escribir la novela Z, que fue adaptada en la famosa película con el mismo título dirigida por Costa-Gavras. Película que se convirtió en un poderoso acto de protesta y una denuncia pública de los abusos del poder. Su lanzamiento coincidió con un período de gran agitación política en varios países, incluidos los Estados Unidos, donde una serie de asesinatos políticos (John F. Kennedy, Martin Luther King y Robert Kennedy) habían generado una profunda desconfianza en el sistema. Así, Z conectó con la ansiedad y el descontento de una época -que como la de nuestros días- veía como la violencia política podía socavar la democracia.
La obra de Costa-Gavras, a diferencia de películas anteriores que utilizaban la política como telón de fondo, combinó una historia real de implicación gubernamental con las técnicas de suspenso del thriller, creando un nuevo tipo de cine entretenido y muy crítico.
A pesar de ser una película de ficción, su estilo casi documental le dio una autenticidad cruda y poderosa que, gracias a un montaje rápido y frenético, sumerge al espectador en la tensión política, que intensifica la sensación de urgencia y paranoia. Gavras, influido por el movimiento cinematográfico de la nouvelle vague francesa, que apostaba por una narrativa más libre y auténtica, inventó y definió el género del thriller político moderno.
Fue nominada a Mejor Película y a Mejor Película de Habla No Inglesa, y ganó este último que catapultó el cine político a la conciencia global. Mikis Theodorakis compuso la banda sonora que no solo contribuye al ritmo trepidante de la película, sino que fundó un movimiento inspirado en las ideas de paz y libertad de Lambrakis.
En Colombia -que está por celebrar los 40 años de la toma y retoma del palacio de justicia- se estrenó Noviembre. Pese a que no es una denuncia política explícita, esta íntima reflexión sobre el caos y la tragedia que oculta el conflicto colombiano ya enfrenta una censura. El director, Tomás Corredor, muestra lo humano en medio de la tragedia, utilizando el encierro en el baño como una metáfora de las contradicciones del país, donde las jerarquías se desvanecen.
En este mundo de autoritarismos que anidan en el seno de gobiernos democráticos y donde la lectura y el debate social se reducen a las redes, el cine puede volver a ser una forma de resistencia.
Es un deber para las autoridades municipales, departamentales y nacionales, prestar especial atención a estos dos municipios, pues vamos a lamentar como sociedad lo que allí ocurre y tenemos la solución en nuestras manos
El ciudadano común nunca las relaciona con el salario mínimo, pero vive sus consecuencias. Por ejemplo, puede complicar lograr la pensión para algunos Colombianos