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ANALISTAS 25/04/2025

Daño comercial colateral

Edwin Maldonado
Asesor económico
La República Más

El regreso de Donald Trump al poder ha reactivado la guerra arancelaria entre Estados Unidos y China, arrastrando a la economía mundial a una nueva etapa de incertidumbre. Lo que se presenta como una defensa del empleo estadounidense es, en realidad, una ofensiva geopolítica con efectos en cascada sobre los flujos de comercio, inversión y precios globales. En este conflicto, países como Colombia corren el riesgo de convertirse en daño colateral.

Esta guerra no es nueva. En 2018, Trump inició una escalada arancelaria con el objetivo de reducir el déficit comercial con China. El resultado fue la interrupción de cadenas de suministro, el aumento de costos y una desaceleración del comercio global. La Organización Mundial del Comercio reportó que en 2019 el volumen del comercio mundial de bienes creció solo 0,1%, frente al promedio de 3,4% de la década anterior. Aunque en 2020 se firmó el “Acuerdo Fase Uno”, los temas estructurales -como los subsidios estatales o la transferencia forzada de tecnología- quedaron sin resolver. Con la pandemia, el conflicto se volvió menos visible, pero nunca desapareció.

Ahora, la confrontación se ha reactivado con más fuerza y con un sentido ideológico más claro. Como lo plantea el historiador israelí Yuval Noah Harari, Trump promueve un mundo de fortalezas rivales, donde cada país se encierra tras muros arancelarios, desconfía de lo externo y concibe el comercio como un juego de suma cero. La cooperación internacional, el multilateralismo y los valores compartidos pierden sentido frente a la ley del más fuerte.

China ha respondido con la misma lógica: suspendió las importaciones de gas natural licuado y de aviones Boeing, y está rediseñando sus cadenas de suministro. En 2018, 19% de sus exportaciones se dirigían a Estados Unidos; en 2024, solo 12%. Mientras tanto, ha fortalecido su presencia en el mundo, y ya es el principal socio comercial de la mayoría de países. En Colombia, China ya supera a Estados Unidos como principal proveedor de importaciones.

El Fondo Monetario Internacional advierte que este entorno generará menor crecimiento y mayor inflación a nivel global. Para Colombia, el momento no podría ser más delicado: sectores estratégicos como el minero-energético están golpeados, el crecimiento económico fue de apenas 1% en 2024, la inversión extranjera directa cayó un 15% y el déficit fiscal alcanzó 6,1% del PIB. Y para agravar la situación, seguimos sin un Ministro de Comercio en propiedad.

La estrategia es clara, pero postergada: Colombia debe diversificar su canasta exportadora y sus mercados de destino. Aprovechar el TLC con EE.UU. mientras esté vigente, pero sin depender exclusivamente de él. Fortalecer vínculos con Europa, abrir puertas en Asia-Pacífico y explorar oportunidades en África. Mejorar la competitividad, la logística, la institucionalidad comercial y la diplomacia económica. Poner todos los huevos en una sola canasta ya no es opción.

Colombia necesita una visión geoeconómica realista. Si no reacciona con estrategia, podría quedar aislada en un mundo que se fragmenta cada vez más. En este ajedrez global, no jugar también es perder. No se trata de tomar partido, sino de no quedarse sin tablero.

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