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Analistas 05/02/2016

Plan Colombia ¿espaldarazo a la paz?

Edgar Papamija
Analista
La República Más
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Quince años  y US$120.000 millones después, de los cuales los colombianos aportamos US$110.000 millones y los norteamericanos $10.000 millones, Colombia sigue siendo el mayor productor de coca del mundo, con un área cultivada que bordea las 70.000 hectáreas; alberga en su territorio la guerrilla mas antigua del mundo; tiene más de 5 millones de desplazados que la convierten en la segunda nación del mundo, en esa materia, según la ONU, y sigue siendo uno de los países del orbe con gran número de violaciones a los Derechos Humanos.

En ese orden de ideas no se entiende mucho el jolgorio de Washington, donde se destacó, por lo que hizo por destacar su presencia, el expresidente Andrés Pastrana, quien debía entrar a los Guiness Record como el expresidente con la peor memoria de nuestra vida republicana. Abusa Pastrana de la memoria de los colombianos y cínicamente se convierte en detractor del proceso de la Habana que, con todas sus inconsistencias y defectos, está muy lejos de parecerse a la entrega del Caguán, donde se cometieron toda clase de abusos criminales, entre otros, la muerte de Consuelo Araujo “la Cacica”. 

Todavía recordamos los cruciales momentos que vivió el país, con un bronceado Presidente que en el Fuerte de Manzanillo, sede habitual de esa época light, tuvo que capear, con su séquito de monaguillos, una de las más graves crisis institucionales de que se tenga memoria, cuando la cúpula del Ejército y de la Policía estuvo a punto de retirarse en pleno, a propósito de la renuncia del ministro de Defensa, Rodrigo Lloreda, fatigada del trato humillante a que se vieron sometidos soldados y policías con el embeleco del Caguán. En fin, es bueno que el expresidente sepa que no todos tenemos, en este país, los mismos problemas de amnesia selectiva.

El Plan Colombia tuvo tantas inconsistencias, que fue cambiando de objetivos y de dueños en la medida que se utilizó como herramienta de debate al interior del Congreso de los Estados Unidos, a tal extremo, que lo que comenzó como un esfuerzo Demócrata con oposición Republicana para acabar con el origen del narcotráfico en el “patio trasero”, termina como un logro de los republicanos que “lograron”, con el Plan, arrodillar un grupo terrorista para satisfacer una parte del electorado americano, tan sensible a ese tipo de amenazas después del 11S. 

¿En que quedamos? ¿El Plan Colombia es el ejemplo de lo que los norteamericanos deben hacer en su política exterior de seguridad?  ¿es la comprobación del fracaso que el informe 2013 de la OEA reconoce en la lucha contra el narcotráfico? ¿O es la panacea en Colombia, donde pese al esperanzador proceso de paz de la Habana, persiste una violencia que está muy lejos de desaparecer?

En mi concepto, no hay motivos para tocar a rebato por lo logrado hasta ahora. Si algunos piensan que hoy las Farc están sentadas en la Habana gracias al Plan Colombia , otros piensan que, por culpa del Plan, la paz ha sido aplazada. El excesivo y casi exclusivo componente militar, contradice lo que hoy se debate de cara a los temas de seguridad y narcotráfico. Si bien es cierto se fortaleció el Ejército y la Policía, no es menos cierto que se generaron efectos de dispersión de grupos criminales que se multiplicaron, se subdividieron y conformaron pequeñas bandas criminales que mantienen el control del tráfico de estupefaciente y de otras modalidades delictivas como la extorsión y la minería ilegal que, en términos de rendimientos económicos, superan el negocio de las drogas.

Todavía están por evaluarse los efectos del Plan Colombia sobre derechos humanos, disciplina castrense, paramilitarismo, mercenarismo, así como sus secuelas por los costos, en las Ffaa, para mantener un aparato logístico y una dotación sobredimensionada para la era del posconflicto, tan necesitada de dinero.

Ojalá la versión Plan Colombia 2016, enmiende los aires bélicos del anterior modelo y sea lo que todos esperamos: una espaldarazo a la paz.

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