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Analistas 24/01/2025

Houston, tenemos un problema

Diego Felipe Valdivieso Rueda
Profesor Investigador - Observatorio Laboral de la Pontificia Universidad Javeriana

El 28 de enero de 1986, frente a los ojos de miles de personas, se produjo una de las catástrofes más dolorosas y a la vez espectaculares en la carrera espacial. Los espectadores en tierra y los televidentes observaron en directo cómo el transbordador espacial Challenger explotaba y se desintegraba a los pocos segundos de despegar.

La escena fue tremendamente dolorosa y, a la vez, frustrante, pues la humanidad fue testigo por primera vez de la explosión en vuelo de un transbordador, una nave espacial reutilizable, símbolo de una carrera ideológica entre dos grandes potencias, Estados Unidos y la Unión Soviética.

Al estar próximo a cumplir 39 años de ese triste acontecimiento, encuentro algunas reflexiones coincidentes y casi premonitorias, en relación con la reforma laboral que hoy se cursa en el Congreso de la República y que luce como ese transbordador defectuoso, en posición de despegue, pero al que se le forzó a volar por cuenta de las ideas y el espectáculo, produciéndose al final una tragedia que se habría podido evitar.

Los riesgos están advertidos

La investigación del accidente del Challenger arrojó varios hallazgos; tal vez uno de los más reveladores fue que los riesgos y las fallas estaban advertidos. Días previos al lanzamiento, algunos expertos de la Nasa habían expresado grandes preocupaciones, entre ellas las frías temperaturas previstas para la fecha del lanzamiento, incluso llegándose a recomendar su aplazamiento.

En una escena con matices coincidentes, muchas personas hemos advertido que la situación actual del país no resiste la materialización de una reforma laboral como la que se debate actualmente en el Congreso de la República, pues de darse se produciría una presión desproporcionada en el tejido empresarial formal del país, por cuenta del aumento significativo en ciertos costos laborales, como los derivados de los recargos nocturnos, dominicales y festivos, sumado a un incremento superior a 60% en el costo de contratación de aprendices.

Hoy, al igual que en aquel enero de 1986 en que se recomendó aplazar el vuelo del Challenger, no hay duda de que no es momento de poner en marcha una reforma laboral como la pretendida, tal vez no por cuenta del clima, pero si del contexto país.

El Gobierno Nacional del presidente Gustavo Petro inició su período democrático en 2022. En dicho año, el salario mínimo en Colombia era de $1.000.000 y el auxilio de transporte de $117.000. Hoy, el salario mínimo es de $1.423.500 y la asignación por transporte es de $200.000. Lo anterior representa que, a la fecha, el concepto salarial ha tenido un incremento de 42,35%, mientras que el transporte ha aumentado en 70,69%.

Salario mínimo y subsidio de transporte
Gráfico LR

A las cifras anteriores, se debe sumar otro dato que está siendo especialmente perjudicial para el empleador formal, y que tiene que ver con el efecto en el valor de la hora de trabajo, como consecuencia de la reducción de la jornada ordenada por la Ley 2101, que decretó la reducción gradual de esta hasta llegar a 42 horas a la semana en 2026.

La reducción de la jornada tiene un efecto directo en el costo de la hora laboral. A modo de ejemplo, si tomamos un salario de referencia de $1.000.000 para todos estos años (2022-2026), para 2022 la hora ordinaria tenía un costo de $4.166; para mediados de 2025, esa misma hora costaría $4.545 y llegaría en 2026 a $4.762. Es decir, que el solo efecto de la reducción de la jornada para el año 2025 representará un incremento de 9,09% y llegará hasta 14,29% en 2026.

Salario de referencia y jornada laboral
Gráfico LR

Ahora bien, el efecto de la reducción de la jornada no solo se ve en relación con el aumento del valor ordinario de la hora de trabajo, sino también en un mayor costo y, a la vez, ingreso para aquellas personas que permanecen laborando 48 horas, pues ello supone la causación de trabajo suplementario, ya que cada hora reducida por la ley, pero que permanece como laborada en la realidad, se convierte en hora suplementaria.

En ese sentido, quien en 2023 se mantuvo trabajando 48 horas a la semana, causó 4,33 horas extras mensuales que anteriormente no tenía; esa misma reflexión en 2025 será de 17,32 horas extras mensuales, y en 2026 llegará a 25,98 horas de trabajo suplementario. Lo anterior representa que una persona que se ha mantenido trabajando 48 horas mensuales, a mitad de 2025, costará un 9,84% más respecto a lo que costaba en 2022, y llegará a 15,46% en 2026.

Salario de referencia y horas extra mes
Gráfico LR

Desde luego, no podemos ignorar el comportamiento de la inflación, pues es razonable y, además, deseable que el trabajador recupere la pérdida del poder adquisitivo de su salario. Entre 2022 y 2024, acumulamos una inflación de 23,30%. Para 2025, se comienza a hablar de una proyección aproximada de 3%; es decir, que, si sumamos dicho año, la acumulación inflacionaria sería de 26,6%.

Al contemplar todas las variables, encontramos la siguiente conclusión inquietante, como lo fueron en su momento las bajas temperaturas previstas para el lanzamiento del Challenger.

Una persona que en 2022 ganaba un salario de $1.000.000 y recibía un auxilio de transporte de $117.000, hoy tiene un mayor costo equivalente a 54,39% debido a los incrementos en el salario mínimo, el auxilio de transporte y el efecto de la reducción de la jornada laboral. Si a este valor le restamos el consolidado de la inflación, incluida la meta para 2025 (26,3%), el esfuerzo adicional que está asumiendo el empleador formal es de 28,09%.

Ahora bien, si esa misma persona permanece laborando 48 horas de trabajo a la semana, su mayor costo en comparación con 2022 es de 64,23%, lo cual, restando el efecto inflacionario, arroja un indicador de 37,93%, sin considerar aún el efecto que tendrá la reducción de la jornada laboral en 2026.

Estos datos se contrastan con un comportamiento negativo del índice de productividad. Para 2022, la PTF fue de 0,8%; para 2023, -1,7%; y para 2024, -1%. También se observa un ritmo lento en el crecimiento del PIB, que en 2022 fue de 7,3%, en 2023 fue de solo 0,6% y para 2024 de 2%.

En Colombia, cerca de 57% de los trabajadores gana hasta un salario mínimo legal mensual (Smlmv) y 34%, entre uno y 2,99 Smlmv. La porción de la población que remunera menos del mínimo legal se encuentra generalmente en la informalidad, mientras que la formalidad aparece a partir del momento en que se remunera conforme a lo estipulado por la ley, y es precisamente esta la que encuentra su espacio de trabajo, principalmente en las empresas que se ven más impactadas por las medidas regulatorias, como las relacionadas con los incrementos del salario mínimo, el aumento en el auxilio de transporte, la reducción de la jornada de trabajo y una eventual reforma laboral.

En conclusión, el diagnóstico es claro: el tejido empresarial colombiano que ha apostado por la formalidad se encuentra lesionado y en actitud de “aguante”, frente a un entorno económico que no impulsa su crecimiento, pero sí un contexto regulatorio que ha aumentado de manera significativa el costo laboral en la masa poblacional de trabajadores, que en su mayoría son aquellos con ingresos cercanos al salario mínimo legal.

Entonces, al igual que el Challenger, las condiciones no están dadas para despegar, y presionar el vuelo de la reforma solo producirá un sobrecalentamiento en las placas de resistencia y protección, y con ello, una inevitable explosión.

Lo ideológico enceguece

La comisión Rogers en 1986 concluyó que el accidente del Challenger se debió a que los O-Rings o empaques de los cohetes, los cuales se encargan de sellar y evitar fugas de gases calientes, perdieron su elasticidad debido al frío extremo y permitieron una fuga que causó la explosión.

Asimismo, la comisión encontró una serie de problemas organizacionales que también incidieron en el accidente. Como, por ejemplo, la advertencia de los ingenieros sobre el riesgo de lanzar con temperaturas bajas, pero sus preocupaciones no fueron comunicadas adecuadamente a los altos directivos de la Nasa. Los cuales estaban bajo mucha presión por la carrera ideológica entre la Unión Soviética y los Estados Unidos.

En otras palabras, la Nasa estaba bajo presión y perdió de vista la prioridad de la seguridad. La organización se encegueció por cumplir con una promesa del gobierno Regan, ordenó el vuelo sin darle prioridad a las alertas de seguridad, todo en parte porque había una decisión de mostrar el poderío estadounidense en la carrera espacial en medio de la Guerra Fría.

El Gobierno Nacional y el Congreso de la República de Colombia no pueden, como lo hizo la Nasa, caer en la ceguera de las ideas, ignorando las alertas de seguridad que por todos lados se han dado: recesión, informalidad y bajos niveles de competitividad.

Al igual que en el caso Challenger, al Ejecutivo se lo han hecho saber el Banco de la República, así como varias autoridades académicas y técnicas en el tema. Pero, hasta donde yo entiendo, en Colombia, no estamos midiéndonos con nadie, por lo cual debiéramos tener la serenidad para no tomar los caminos que en su momento tomó la Nasa.

La imagen de Christa McAuliffe

En la tragedia del Challenger hay una imagen especialmente recordada; se trata de Christa McAuliffe, profesora de secundaria, quien, sin tener ningún tipo de experiencia espacial, terminó siendo seleccionada entre más de 11.000 solicitantes del proyecto Maestros en el Espacio y que falleció en el desastre del transbordador.

Esta imagen representa, en mi opinión, la de miles de personas, que, encantadas con una idea, asumen una posición sin realmente medir sus verdaderos efectos. Pues bien, no es momento de experimentar o jugar con el futuro de los trabajadores colombianos, que serán realmente los destinatarios finales de una mal planificada reforma laboral.

Vivimos en una sociedad que, aunque advertida, permite que lo anunciado se convierta en realidad. ¿Será culpa de la indiferencia social, del desconocimiento o de una actitud pasiva? ¿Estamos demasiado acostumbrados a dejar la responsabilidad en manos de otros? Quizás muchos piensan que alguien más se encargará de detener la tragedia y no les interesa involucrarse directamente, dejándose simplemente llevar por la euforia y la emoción, como seguramente le pasó a Christa, que con toda seguridad no tenía la menor idea que las autoridades estaban tomando decisiones de riesgo que la afectaban directamente y ni siquiera estaba siendo consultada.

Aboguemos entonces porque la imagen que se vea en televisión sea el acto responsable de no dar trámite al proyecto de reforma laboral que hoy se encuentra en el Senado de la República, y no, por el contrario, la de la mirada de muchos, echando un vistazo al cielo, fascinados ante el escándalo y la explosión; otros, repudiando un acto que se pudo evitar; mientras que la mayoría, en nuestro caso los trabajadores y trabajadoras colombianas, sufren el dolor de la tragedia.

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