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Analistas 06/06/2018

Sexo, robots y paja

Diego A. Santos
242 Media Director No Ficción

Silenciosamente, la robótica ha permeado en múltiples aspectos de nuestra vida cotidiana. Todavía no hemos llegado a la era de los robots, pero cada día estamos más cerca. Más de lo que creemos. Entre japoneses, rusos, chinos y estadounidenses han creado robots que ya son capaces de moverse como nosotros, de evadir obstáculos, inclusive de correr y discernir cómo proceder ante ciertas adversidades.

Y como no podía ser de otra forma, algunos ingenieros robóticos se centraron en trabajar en torno a la industria sexual y lograron pasar de la tradicional muñeca, o muñeco hinchable, al robot sexual.

El año pasado debutó en el mercado Harmony, un robot inteligente con el aspecto de una atractiva mujer que no solo ofrece sexo, sino que aprovecha también su inteligencia artificial para sostener conversaciones y aprender de los gustos e intereses del dueño. Es más, después de una noche placentera, Harmony puede recitar a Shakespeare.

“El sexo es una de las cosas más fascinantes del mundo. No creo tenga nada malo”, responde Harmony cuando le preguntan sobre el sexo. Su cuenta de instagram, @abyssrealdoll, ya tiene 45.000 seguidores.

La eclosión de robots como Harmony trajo en el último año un sinfín de conjeturas: que la máquina iba a tener beneficios médicos tales como tratar la impotencia, prevenir la propagación de enfermedades venéreas e inclusive reducir sustancialmente el abuso sexual a mujeres y menores de edad. Los proponentes de estas máquinas sexuales han señalado que son una cura terapéutica para aquellos hombres que tienen dificultades en tener relaciones sexuales con otros humanos. También que pueden servir como tratamiento para los pedófilos -existe una empresa que fabrica robots sexuales con aspecto de niño-.

Pues resulta que eso es paja, literalmente pura paja. Un importante estudio médico, publicado esta semana por el British Medical Journal (BMJ) atacó de lleno a una industria robótica sexual que mueve más de US$30.000 millones al año.

Compañías como True Companion, que vende robots como Harmony a la “módica” suma de US$5.000 a US$15.000, los robots pueden tener el efecto contrario a todo lo que se ha pregonado, dice el artículo. El estudio, que hace énfasis en que no cuenta con evidencia empírica, concluye que no hay pruebas concluyentes que indiquen que Harmony y sus amigas ofrezcan los beneficios mencionados anteriormente.

“Aunque algunos usuarios de robots puedan distinguir entre la realidad y la fantasía, otros no, lo que acarree un riesgo potencial de exacerbar el abuso sexual o violación de menores y adultos”, indica el reporte, que agrega que los doctores no deberían recomendar robots como mecanismo de tratamiento para los violadores o pedófilos.

Como parte de esta preocupación, que no es nueva, Amazon prohibió este año la venta de robots sexuales de niños por temor a que estos dispararan el abuso. Los gobiernos estadounidenses y europeos aún no han implementado regulaciones serias en torno a estos productos, pero estudios como el de BMJ claramente acelerarán posibles medidas.

¿Y por qué hablamos aquí de algo que parece tan lejano? Porque el estudio de BMJ pone sobre la mesa un tema que va a cobrar mucha relevancia en los próximos años y Colombia, un país donde hay tanto abuso y violaciones, debería tener, como Estado, una posición contundente al respeto.

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