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Analistas 11/09/2019

El ejemplo de Etiopía

Diego A. Santos
242 Media Director No Ficción

África vive unos momentos interesantes. Pese a las enormes adversidades que ha atravesado históricamente (guerras, hambrunas, sequías, dictaduras y corrupción), el continente negro viene acumulando en los últimos años una serie de experiencias dignas de ser estudiadas. Una de ellas nos lleva a Etiopía, un país de 105 millones de habitantes incrustado en el cuerno de África y que es la séptima economía de la región. Quizás lo que más asociamos con ese país son las hambrunas y las sequías, pero una juventud de jóvenes emprendedores pujantes está posicionando a la capital, Addis Abeba, como una ciudad ejemplo de innovación.

Tanto así que, pese a tener uno de los PIB más bajos del mundo, Addis Abeba está muy cerca de convertirse en uno de los principales centros de innovación de África, privilegio que hoy comparten tres ciudades: Ciudad del Cabo, Lagos y Nairobi.

¿Qué explicación puede tener este fenómeno? Dicen que el nuevo primer ministro, Abiy Ahmed, de 42 años de edad, llegó al poder dándole una prioridad absoluta a la tecnología. Asimismo, se habla de un concepto filosófico de los emprendedores tecnológicos etíopes en el que abordan la innovación desde la necesidad. Es decir, todo se enfoca en cómo solucionar los problemas que hay en el país, y no en cómo generar comodidad para los ciudadanos.

En los últimos 10 años en la capital etíope han nacido más de 100 start-ups, principalmente enfocados en Fintech y en Cleantech (tecnología limpia). En un informe, la BBC explica que gran parte del boom tecnológico en el país reside en que se haya pasado de una cobertura del 1% en 2011 a una del 15% en 2018. Esto equivale a un mercado de más de 15 millones de personas.

No obstante, si bien las políticas económicas de Abiy han sido fundamentales para la innovación, el secreto de esta revolución radica en la pedagogía que se viene haciendo en las escuelas y en las universidades sobre la importancia de la tecnología. Pese a ser un país extremadamente pobre, entendieron que solo a través de un ecosistema tecnológico pueden cerrar la brecha con naciones más desarrolladas. Por eso es obligatorio que 70% de los estudiantes universitarios cursen materias de ciencia e ingeniería.

Sin embargo, esa pedagogía no para en los centros docentes. Los mismos emprendedores, de manera altruista, han fomentado una cultura muy fuerte de compartir conocimiento, a través de talleres y de la creación de una red de mentores que busca incentivar a miles de jóvenes a transformar el país con soluciones tecnológicas. Las incubadoras se han tomado muy a pecho el apadrinar jóvenes talentos y a su vez crear un ecosistema que atraiga de vuelta el talento que se fue del país.

A todo esto se le suma que se sienten vientos de cambio y el país, pese a sus innumerables problemas, está montándose en una narrativa de optimismo que nunca antes había vivido. Esto crea una inercia muy positiva entre los emprendedores, quienes ven además que el gobierno ha cumplido con las promesas de mejorar, por ejemplo, la penetración de internet y de abaratar el acceso a la tecnología.

Etiopía se ha puesto una ambiciosa meta de copiar el ejemplo de Corea del Sur, un país fallido a mediados del siglo pasado y hoy un ejemplo de desarrollo. Será fascinante observar a los etíopes en los próximos años y claramente de lograrlo, serán un modelo a seguir.

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