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Analistas 01/04/2022

¿Quién paga los errores?

Ciro Gómez Ardila
Profesor de Inalde Business School

Putin ordena invadir Ucrania y la economía mundial se resiente. Un gobierno se equivoca en la política económica y cae la productividad. ¿Quiénes sufren las consecuencias? Los más pobres. Esa es la tragedia y ese el dolor.

Es difícil creer que haya quien esté interesado en hacerles daño a las personas más pobres o, incluso, que no quiera beneficiarlas. Contrario a lo que unos creemos de los otros, lo que nos separa no son nuestras intenciones, sino los medios que pensamos que se deben utilizar para lograr el fin de ayudarles. El peligro es que, si nos equivocamos en los medios, las intenciones, por buenas que sean, no van a corregir el error. Y que, aunque parezca que los perjudicados son otros, en últimas quienes terminan pagando la cuenta son los que menos tienen.

Son varias las razones para que esto sea así. Hay una evidente: los más débiles tienen una mínima capacidad de adaptación. No disponen, por ejemplo, de ningún ahorro del que echar mano en caso de necesidad. Pero hay una razón más sutil que puede pasar desapercibida: los ingresos dependen de la acumulación de capital.
Para explicar la importancia de la acumulación de capital se suele acudir a un ejemplo un poco extraño, el de un náufrago en una isla desierta. Su primera preocupación será su alimentación; supongamos que puede alimentarse de frutas, pero recolectarlas será una labor dispendiosa que consumirá todo su día.

Comprende que si tuviera una herramienta que le ayudara a tumbar las frutas de los árboles altos recolectaría más fruta en menos tiempo. Pero hacer esa herramienta implicaría disponer de todo un día sin recolectar fruta, así que decide ahorrar cada día un poco hasta que llegue el momento en que tenga suficiente acumulado como para poderse dedicar a hacer la herramienta; esta le permite ser más efectivo y por lo tanto ahora puede ahorrar un poco más y disponer de tiempo para hacer nuevas herramientas, quizá un arpón para pescar.

Como vemos, se va formando un círculo virtuoso en que, a mayor número de herramientas, mayor efectividad, más posibilidad de ahorrar y de mejorar y aumentar sus recursos. Ese ahorro y esas herramientas son los bienes de capital que nuestro náufrago ha ido acumulando. Cuantas más haya y más sofisticadas sean, mejor va a ser su nivel de vida; y lo contrario, claro.

Las sociedades en las que la acumulación de capital sea mayor podrán ser más productivas y ricas y tendrán más que distribuir entre su población. Adicionalmente, al haber más capital habrá mayores oportunidades de empleo, escasez relativa de mano de obra y aumento de salarios. Pensemos en las condiciones de trabajo de hace dos siglos y comparémoslas con las actuales; podemos comparar los días de descanso, las vacaciones, las horas diarias de trabajo, la edad en que se comienza a trabajar, y veremos que todas son mejores actualmente. Y las mejores condiciones están acompañadas de mayores salarios y esos mayores salarios permiten comprar mejores bienes, bienes que antes no existían.

Hay regiones en el mundo en que las condiciones se parecen a nuestro ejemplo de hace dos siglos, en las que las personas trabajan en condiciones más duras, más riesgosas, más desgastantes, por más tiempo y con menores salarios y menos buenos usos para esos salarios. Cada vez que una circunstancia afecta la acumulación de capital es como si regresáramos varias décadas en el pasado: cae la productividad, disminuyen los ingresos y salarios de todos, pero a los que más afecta es a los más débiles.
De allí la importancia de cuidar las decisiones que tomamos.

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