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Analistas 10/08/2020

Seamos realistas con el presupuesto

Catalina Ortiz
Analista

El pasado 29 de julio el Gobierno presentó al país el Presupuesto General de la Nación, uno de los más difíciles de los últimos tiempos por la incertidumbre de lo que será este año y el próximo en materia económica. Esto se suma al marco fiscal de mediano plazo en donde se plantean los supuestos para analizar las perspectivas económicas del país y que se presentó hace un mes, lleno de cifras por lo menos cuestionables.

Llamemos la atención sobre algunos de los supuestos económicos que vienen en el presupuesto y que serán difíciles y controversiales. Para empezar, es poco realista que el Gobierno reciba en 2021 los $12 billones que espera por la venta de algunas empresas públicas.

Recordemos lo que sucedió cuando se vendió Isagen, el proceso de privatización tomó más de dos años y un sinnúmero de pulsos políticos. Estructurar una privatización no se realiza de la noche a la mañana y menos en tiempos tan turbulentos como una pandemia. El valor que se recibiría por la venta de las empresas públicas sería menor al esperado teniendo en cuenta el desempeño actual de la economía. Si bien el Gobierno tiene algo de autonomía para vender, el camino no será fácil y contará con varios detractores ante la opinión pública.

Tener un crecimiento económico de 6,6% en 2021 parece que es pensar con el deseo. Esto solo sería posible con una economía con un rebote que nos ponga a crecer incluso más que antes del covid-19. De acuerdo a las opiniones más optimistas de las organizaciones multilaterales, Colombia y América Latina no retornarán a sus niveles de crecimiento antes de dos años.

Y es que aunque el presupuesto plantea que buena parte de la reactivación económica se logrará gracias a las inversiones en infraestructura, lo cierto es que desarrollar estos proyectos toma tiempo. La vía Mulaló-Loboguerrero lleva cinco años y todavía ni licencia ambiental tiene. No se puede esperar que el crecimiento económico que traerá esta y otras obras estratégicas se evidencie inmediatamente en esas proporciones el próximo año.

No menos incierto será el cumplimiento del déficit fiscal que para este año es de 8,2% del PIB y que en 2021 se espera sea de 5,1% y para 2022 de solo 2,5%, la mitad del año anterior. Se pregunta uno si no es demasiado optimista suponer que retornaremos en dos años al déficit estipulado en la regla fiscal actual. Lo anterior implicaría aumentar el recaudo, tener una disciplina de gasto y rogar porque no haya otra emergencia.

Hasta los más optimistas entienden que la reactivación económica es lenta y en algunos aspectos depende de factores que no controlamos como el comportamiento de la pandemia y las medidas que adopten otros países. Y ni que decir de los precios del dólar y el petróleo.

Es entendible la dificultad de plantear el presupuesto 2021, pero es mejor sincerarse que pintar pajaritos en el aire. Entre otras, porque este presupuesto plantea aumentos considerables en el gasto, y no es claro que vayamos a tener con qué. Los modelos económicos y el papel lo aguantan todo, pero de nada sirve un presupuesto que solo cuadra en power point. Por eso una invitación a que seamos realistas con el presupuesto.

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