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Analistas 02/02/2021

Resistencia al cambio

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

La crisis generada por el covid-19 ha puesto en evidencia la necesidad que tienen las sociedades de realizar cambios profundos en materia social, ambiental, económica e institucional. Fenómenos latentes como el calentamiento global y la degradación de la vida silvestre, la desigualdad entre naciones y al interior de ellas, las rigideces económicas e institucionales se han hecho protuberantes y han resultado ser un llamado a repensar muchos de estos temas. No obstante, existe una resistencia al cambio en las sociedades que es persistente en virtud a pequeños intereses que se incrustan y perduran.

En Colombia, tanto la necesidad de cambios profundos como la resistencia al cambio fomentada por grupos minoritarios de intereses creados están a la orden del día. Son muchos los frentes en que esto es cierto. Empecemos por el mundo laboral. Con una de las tasa de desempleo y subempleo más altas del mundo, Colombia mantiene una rigidez en la legislación laboral que hace prácticamente imposible superar este estado. El país tiene hoy por hoy tasas de desempleo cercanas a 20% y la mitad de la población trabajadora en el sector informal reclama un cambio en la legislación y la normatividad laboral, pero ello no es posible. La noción de este cambio se estrella contra la resistencia al cambio proveniente de pequeños grupos sindicales, quienes muy bien organizados y constituidos en élite laboral tienen la capacidad de frenar cualquier intento en este sentido.

Relacionado con el mundo laboral está el tema pensional. Allí es evidente el colapso del sistema. Cambiaron las expectativas de vida y, con ello, la pirámide poblacional, haciendo imposible que las finanzas públicas puedan, en el mediano plazo, soportar el peso del sistema. Pero aquí, tal como en la normatividad laboral, la resistencia al cambio impide que un sistema costoso, al que acceden solo una pequeña proporción de la población pueda repensarse.

¿Que cambios serán necesarios para que el país aborde seriamente el tema de la inequidad y la desigualdad? El mundo coincide en que esta tarea empieza por la educación y la pandemia ha hecho evidente cómo el poder de sindicatos de maestros ha mantenido fuera de la aulas a millones de niños, que a diferencia de una minoría con internet, computador y apoyo doméstico, puede avanzar en la formación académica. Allí se ha incubado para los años venideros un mal que se traducirá en mayor inequidad fomentada por grupos cuyas banderas son la justicia social y los derechos de las mayorías. De otra parte, Oxfam reclama gravar más a las grandes fortunas y los expertos recomiendan eliminar subsidios a los más ricos, sin que ello vaya a tener grandes resultados porque pesarán los intereses de esos pocos.

Son muchas las inmensas necesidades del cambio y se destacan dentro de ellas los cambios que son necesarios para superar la corrupción. La pandemia demostró que esta sigue intacta y fue ocasión para acrecentarla. Pero esta lucha es inútil si no se supera la resistencia al cambio de la cúpula política que sistemáticamente se niega a entender que el sistema de partidos y la forma como se ejerce la política están en el centro de los obstáculos al cambio.

Es que si la sociedad no hace esos cambios por las vías institucionales con la celeridad que demandan las circunstancias, nos harán cambios a las malas y no propiamente aquellos que más contribuyan a construir una mejor sociedad. Remember Venezuela.

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