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Analistas 06/03/2018

¿Qué dirá el Congreso?

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Esta semana los colombianos estamos convocados para elegir el Congreso de la República y yo a estas alturas no tengo la más remota idea por quién votar. El mismo dilema he visto en la mayoría de gente a quien pregunto. Y no es que seamos indecisos o que las alternativas que se nos presentan son tan atractivas que es difícil hacer la escogencia final. No, lo que sucede es todo lo contrario: no hay propuestas.

Veo las ciudades, los pueblos, las vías y prácticamente hasta el último rincón del país con vallas, afiches, pasacalles que traen, más que una visión estructurada que envíe un mensaje sobre lo que piensan, un eslogan ridículo y lleno de lugares comunes: Luis sí cumple, Martha es honesta (lo que debería ser una condición mínima), Javier sí sabe… no sabemos qué. Así sucesivamente, con cientos de números y mensajes vacíos, nos enfrentaremos a un interminable tarjetón que nos impedirá tomar una decisión inteligente.

¿Quién entonces vota por estos candidatos? Me imagino que la respectiva clientela de cada uno de los reincidentes. O la clientela de un pariente o de un aliado político (léase electoral). Es por esta razón que quienes primero tienen asegurada curul son los que ya tienen curul. Para poder consolidar una clientela capaz de producir los 30.000 o más votos que se requieren para ser elegido, se necesita dispensar favores, repartir puestos, entregar contratos y desde luego amasar una fortuna lo suficientemente grande para financiar la siguiente campaña. Ello explica por qué la renovación en nuestro cuerpos colegiados es tan precaria. Debo admitir que llegan nuevas cara; allí estarán los jóvenes familiares de Musa Besaile y el Noño. Allí han llegado otros Names, Garcías, y muchos otros delfines de las maquinarias regionales.

Todos sabemos que esta crítica coyuntura frente a la forma como constituimos uno de tres poderes tiene su razón de ser en la inexistencia de partidos. Ya es disco rayado que carecemos de partidos y la estructura de estos no tienen más razón de ser que dar avales a esos que tienen capacidad de salir elegidos y servir de marca a la hora de solicitar colectivamente la proporción de mermelada. Pero más allá de este desbarajuste político, hay temas de corto plazo que con este sistema de elegir el Congreso preocupan.

Los candidatos a la presidencia formulan propuestas en los más diversos campos, pero quiero mencionar la reiterada propuesta de bajar impuestos e impulsar una nueva reforma tributaria apenas lleguen al Palacio de Nariño. En esta promesa coinciden Petro, Duque, Vargas, etc, pero de los candidatos de los partidos que los presidenciables representan, no hemos oído si están de acuerdo o no con una reforma tributaria y en que sentido la apoyarían. No he visto ningún mensaje de candidato alguno en este sentido, así que quienes lleguen estarán no con la posición del partido (que no existe), sino en capacidad de negociar su voto. Con esta incertidumbre surge la obvia pregunta: cuánto recoge una reforma tributaria y cuánto de eso se llevan en mermeladas los congresistas. Más grave aún ahora que la promesa es disminuir impuestos para lo cual no solo habría que abolir la mermelada sino recortar el gasto público que aceita las maquinarias que le permiten a los congresistas reelegirse. Eso no cuadra. Será por eso que la promesa más frecuente de los candidatos, desde De la Calle hasta Petro es convocar una constituyente para así poder hacer algo de fondo ¡sin contar con el Congreso!

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