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Desde la Segunda Guerra y hasta el Glasnost el escenario geoestratégico del mundo se manifestaba en una lucha entre la Unión Soviética y los Estados Unidos por ejercer el dominio en los más diversos rincones del mundo. El mundo dejó de tener dos grandes polos antagónicos con la caída del muro de Berlín y pasamos en el año de 1989 a un mundo unipolar en el cual una sola potencia, Estados Unidos, dominaba el escenario geopolítico.
Doce años después en 2001, y con el beneplácito de los Estados Unidos, China accede a la OMC y así abre las puertas a los mercados del mundo. China era un país que en la década de los 90 venía creciendo a una tasa promedio de 10% y con un creciente desarrollo industrial y el acceso a los mercados internacionales pronto se convirtió en el gran jugador del mercado mundial.
En 2009 China superó en exportaciones a Alemania y se convirtió en el primer exportador del mundo controlando 9% de las exportaciones del planeta. Para 2023 China era ya responsable de 15% de las exportaciones mundiales y este hecho junto con su consolidación económica llevó a este país en 2010 a ser la segunda economía más grande del mundo convirtiendo al país asiático en una potencia que prometía poner fin al mundo unipolar.
Los países de Occidente menospreciaron el gran fenómeno que se estaba sucediendo en el gigante asiático y lo consideraban tan solo un productor de mercancías baratas gracias al costo de la mano de obra abundante y mal paga. Se asoció la expansión china a textiles y prendas de vestir baratas y productos industriales de mala calidad y en esa condición no era una amenaza para las potencias occidentales, en especial Estados Unidos, que dominaba la tecnología y Alemania, que era la fábrica de productos industriales sofisticados.
Pero en mayo de 2015 China lanzó su política de “Made in China 2025” que buscaba convertir a China en una potencia de manufacturera de alta tecnología, aumentando el contenido nacional de sus bienes industriales de un 40% en 2020 a 70% en 2025 y centrada en 10 sectores como robótica, vehículos de nuevas energías, nuevos materiales, maquinaría ferroviaria avanzada y equipos aeroespaciales entre otros. Y con la disciplina y la tenacidad para el trabajo de los chinos se cumplió el objetivo y para 2025 China domina muchos de estos sectores que se propuso, y baste mencionar el caso de los vehículos eléctricos y las baterías de litio.
El gran desarrollo tecnológico y la capacidad de una mano de obra altamente capacitada llevó a los empresarios de los países de Occidente a buscar en China no un competidor, sino un aliado estratégico y esto dio base a la configuración de nuevas cadenas de producción globales que cambiaron fundamentalmente la producción y los flujos de comercio y se pasó al concepto de productos “Made in the World”, en el cual China era el que más contribuía. Y es en esa nueva realidad que Trump decide neutralizar la competitividad china y su capacidad de penetrar los mercados mediante el obsoleto mecanismo de los aranceles, que dada esa configuración de la producción y el comercio mundial equivale a ponerle aranceles a sus propios productos y empresarios.
Esta nueva realidad llevó a que China no claudicara ante la imposición de aranceles y, por el contrario, procediera a medidas retaliatorias que pueden poner en jaque a la industria americana a la vez que abre un espacio geoestratégico para China que defiende al libre comercio y las reglas de la OMC.