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Analistas 23/01/2018

Derechos y deberes

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Una reflexión y consejo a los candidatos que les servirá de poco y con el cual no conseguirán ni un voto. Por lo general, las ofertas de los aspirantes giran alrededor de promesas. Las hay para los pobres que es común a todas las campañas y que consiste en subsidios de toda naturaleza que van desde casa gratis para todo el mundo hasta ríos de miel y abundancia. Las hay para la clase media agobiada con las cuotas de la tarjeta de crédito y el pago de la hipoteca. Las hay para los empresarios a quienes se les promete una rebaja de impuesto sin antecedentes. Las hay para los ecologistas, la comunidad LGBT, los pueblos nativos, las personas discapacitadas y para los campesinos. En fin las hay para todos.

Lo que tienen en común todas estas brillantes propuestas, adornadas con frecuencia por un lenguaje técnico, es que obligarían al Estado a meterse la mano al bolsillo. Solo generan gastos sin decir de dónde sale la plata. Eso quiere decir que todas esas propuestas son populistas y carecen de cualquier realismo. El país tiene un enorme déficit fiscal que en 2017 llegó a 3,9% del PIB y si no queremos que nos descalifiquen las temidas calificadoras de riesgo debemos reducir notoriamente ese déficit y parar el gasto alegre de papá Gobierno.

La verdad es que los colombianos tenemos plena conciencia de nuestros derechos, pero olvidamos por completo que tenemos deberes. Es obligación del Gobierno cumplir su función social y ello implicó aumentar el gasto público sin que en el ordenamiento económico se pensara de donde habría de salir la plata. A ello han ayudado los jueces y las cortes quienes fallan alegremente imponiendo nuevas cargas al Estado sin importar de dónde salgan los fondos. Somos en Colombia como de esas familias que tienen una mamá con el corazón muy grande y que le parte el alma ver a sus hijos sin el pan, así estos no trabajen y despilfarren, y que tienen un papá en la quiebra que se la pasa haciendo cuentas alegres y viendo a ver a quién le esquilma unos pesos para atender la generosidad de la madre.

Así pues las promesas de los candidatos no son otra cosa que el reflejo de la realidad colombiana, una sociedad paternalista que olvida que paralelo a esos derechos existen obligaciones que deben llevarnos a pensar colectivamente y a apretarnos el cinturón. El presidente Kennedy lo sintetizó bien en su célebre frase: “no es lo que lo que su país puede hacer por usted, sino lo que usted puede hacer por su país”. Por su parte Churchill, más estoico, le prometió a su pueblo “sangre, sudor y lagrimas”.

Cuáles serían propuestas serías: aumentar la edad de jubilación y acabar con los regímenes especiales; reducir el tamaño del Estado y hacerlo más tecnológico y digital para que exista mayor transparencia y eficiencia; no gastarse la plata de las bonanzas; modernizar la Dian (todas estas propuestas de Santiago Montenegro); acabar con el clientelismo; profesionalizando el servicio público, y, en fin, acabar con todos los privilegios de sectores del Estado y del sector privado que son sagrados. Puede estar seguro el que formule estas propuestas que no saldrá elegido. Tendrá en contra a los maestros, a las Fuerzas Militares, a los dirigentes políticos que ponen los votos, a los evasores y a los que eluden impuestos. Pero sería un mensaje poderoso decirle a los colombianos que más allá de sus derechos están también sus deberes. “Todos ponen” era el discurso de Mockus antes de entregarse a la politiquería.

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