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En su célebre ensayo “Lo que se ve y lo que no se ve”, el economista francés Frédéric Bastiat explicó que, para comprender el verdadero impacto de las políticas económicas y las intervenciones del gobierno, es imprescindible considerar no solo los efectos inmediatos y visibles (lo que se ve), sino también las consecuencias indirectas y menos evidentes (lo que no se ve).
Hace unos días, en Libertank, publicamos un video advirtiendo sobre las consecuencias invisibles de la propuesta de un importante gremio económico que busca aumentar los aranceles al acero de 5% actual a 20%. Este gremio argumenta que los precios bajos del acero proveniente de Perú, China, Turquía y Rusia están afectando a los productores locales. A este llamado se suma otro gremio que pide aranceles para la importación de leche. Por un lado, se alega que los productores de acero de al menos cuatro países venden por debajo del costo de producción en Colombia, y por otro, que los subsidios, especialmente de Estados Unidos, afectan la producción lechera local. Es relevante recordar que en Colombia también subsidiamos a los productores de leche, ofrecemos precios de garantía y otras políticas intervencionistas.
La mayoría, al leer este tipo de noticias, se concentra en lo que se ve: las empresas productoras locales, los empleos que generan y los ingresos que esos sectores aportan. Los argumentos para este tipo de medidas siempre se enfocan en esos beneficios visibles. Sin embargo, se ignora lo que no se ve: las empresas que usan esos productos como materia prima, que enfrentarán costos más altos debido a los aranceles. En el caso del acero, esto impactará la construcción de viviendas, oficinas, fábricas, carreteras, puentes, túneles, puertos, la fabricación de electrodomésticos y utensilios de cocina, entre otros. En el caso de la leche, afectará a los fabricantes de productos lácteos, fórmulas infantiles y alimentos que requieren leche en su fabricación. Pero, especialmente, impactará negativamente a los colombianos más pobres, quienes destinan una mayor proporción de su ingreso a alimentos básicos. Un aumento en los precios de productos derivados de la leche o bienes que utilizan acero no solo encarecerá la canasta básica, sino que también reducirá su capacidad de consumo, afectando su calidad de vida.
Lo que realmente hace menos competitiva a nuestra economía no son los precios bajos de los productos importados, sino las altísimas cargas tributarias, el exceso de regulación y la constante lucha de los empresarios con un Estado que los ve como villanos, buscando por todos los medios ponerles zancadillas para impedirles progresar. Los aranceles y otras formas de proteccionismo son solo remedios peores que la enfermedad, no atacan el verdadero problema: un entorno económico asfixiante que sofoca la iniciativa empresarial y frena la competitividad.
La verdadera fuente de prosperidad, la base de la innovación y el progreso radica en un mercado libre y en un comercio sin trabas. Es el intercambio voluntario y la competencia lo que nos permite a todos vivir mejor. En lugar de pedir más proteccionismo, deberíamos unirnos para exigir menos impuestos, menos regulaciones y un Estado que estorbe menos, permitiendo a los empresarios hacer lo que mejor saben hacer: innovar, generar riqueza y hacernos a todos la vida mejor.
El ciudadano común nunca las relaciona con el salario mínimo, pero vive sus consecuencias. Por ejemplo, puede complicar lograr la pensión para algunos Colombianos
En el corto plazo, estas políticas populistas aún no han hecho mella en el desempleo total, pues este ha continuado descendiendo hacia un promedio del 9% anual, a octubre-2025. Pero es evidente la precariedad de los nuevos puestos de trabajo
El colectivismo empobrecedor no avanza solo por la fuerza de los saqueadores, sino por la culpa moral de los productores. Al socialista le basta con convencer al empresario de que es moralmente sospechoso