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“Viaje ahora o sus herederos lo harán” rezaba una pancarta publicitaria que veía todos los días yendo a la universidad en la buseta. Un claro mensaje para privilegiar el consumo en el presente sobre el futuro, y que, en últimas, dio fruto: la gente, en muchas partes del mundo, quiso viajar y, consistentemente, no tener hij@s, que salen car@s. Tampoco quieren hoy muchas personas someter a sus eventuales descendientes a las vicisitudes del futuro, aduciendo, con razón, que hay demasiados humanos y que hemos hecho mucho daño al planeta. Ojalá el vacío que dejan esas decisiones reproductivas personales se llenara con biodiversidad, pero los vasos comunicantes y la fuerza de las injusticias globales, si no se resuelven, definirán otros escenarios, peligrosamente violentos.
El Reino Unido acaba de lanzar “Restoring Control over the Immigration System”, una política que busca enfrentar el colapso demográfico debido a que la educación de la tribu falló. El suicidio poblacional también afecta a China, Europa, Japón y Chile, en una paradoja surreal: entre más bienestar proveen a sus ciudadanos, menos están dispuestos estos a compartirlo con sus potenciales descendientes. En Colombia, además, preferirán estudiar e irse a trabajar fuera, donde “pagan mejor” y hay “más oportunidades”. La contrapartida, envían remesas, que ahora, cínicamente, quieren gravar desde el origen. Las políticas migratorias hasta ahora solo han sido mecanismos para “descremar” el talento de países que se quedan cortos en sostenerlo, y que empeoran cuando la caída de la cooperación internacional cierra las oportunidades locales que disminuirían la búsqueda de horizontes utópicos, pero al final, no habrá frontera capaz de evitar los movimientos masivos de gente, porque hay que reubicar a 10% de la población mundial por temas climáticos y el costo del aislamiento de las sociedades demográficamente fracasadas será impagable. Hay que volver a ver las pelis de Neill Blomkamp.
Para el final de siglo se necesitarán verdaderos ejércitos de robots para atender pabellones de ancian@s incapaces de cuidarse sol@s, un sistema impagable con aguacates… ¿y sin minería? Ningún sistema de pensiones podrá sostenerse sin nuevos trabajadores; pagar para tener bebés ha funcionado muy poco y ya asoman violencias contra la libertad reproductiva de las mujeres, como en Rusia o en Gilead.
No tiene sentido luchar contra las migraciones humanas, que siempre han sido un gran mecanismo adaptativo de nuestra especie, porque las crisis climáticas las impulsaron antes y los seguirán haciendo, y las crisis laborales y el envejecimiento las requerirán, de manera que lo único que queda es superar la miopía cultural de los nacionalismos, esa forma de codicia que impide reconocer que las sociedades dejaron de estar formadas por comunidades biológicas hace mucho tiempo, y que son las lenguas y las prácticas culturales territorializadas las que definen los modos y sentidos de vida sin lemas publicitarios.
Quisiéramos garantizar, en vez de ello, que l@s colombian@s, indígenas o no, sean pueblos con plenos derechos, así como que l@s palestinos sigan existiendo en Palestina: una cosa es el suicidio demográfico, otra el desplazamiento forzado y el genocidio. Ojalá nos adelantemos a los retos migratorios con otra perspectiva y empecemos a pensar, sin mezquindad, en quiénes serán los colombianos de mañana.
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