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Analistas 26/12/2020

Infraestructura regenerativa

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean

La insostenibilidad se manifiesta como resultado de las transformaciones acumuladas en el territorio, a menudo asociadas con la construcción de diferentes tipos de infraestructura. Los estudios de impacto ambiental, si son serios y están bien hechos, logran que se prevengan, mitiguen o compensen (hasta donde es posible) los efectos predecibles de carreteras, poliductos, líneas de transmisión eléctrica, represas o puertos, reflejados en cambios del funcionamiento del ecosistema. Recordemos que ni las ciudades ni el agro están sujetos a esta forma de regulación del cambio ambiental, aunque sus efectos son de lejos muchos mayores: no impactan, sino sustituyen lógicas vivientes completas.

Si bien algunas corrientes de pensamiento consideran que nuestra huella debiera ser lo más leve posible, no solo para no destruir nuestro propio futuro, sino el de toda la evolución, en ocasiones sus propuestas nos lanzan a la categoría de seres infra o sobrenaturales, pues implican nuestra salida del mundo. Pero si una pisada más leve es indispensable, no lo es la reorganización constante de las relaciones ecológicas que desencadenamos, puesto que construimos activamente nuestro hábitat (otras especies hacen arrecifes o colmenas, cavan redes de túneles o represan ríos), modificando constantemente aquello que llamamos naturaleza y reestructurándola con criterios antropocéntricos (aunque las decisiones ecocéntricas son sólo humanas, así que…) desde que inventamos el fuego y las herramientas y comenzamos a filosofar mientras nombrábamos el mundo de mil maneras. El resultado ha sido complejo y controversial: abundancia material y simbólica, pero socialmente mal distribuida, amenaza de colapso climático y de la funcionalidad biológica del mundo y, lo más importante, una conciencia creciente de nuestro papel en el mundo y la necesidad urgente de reestructurar todas nuestras actividades para regenerar vida y darle con ello otro sentido a la existencia: la de gozosos cuidadores.

Cada intervención adicional en ese paisaje ya transformado por nosotros y por las respuestas ecológicas que lo retroalimentan tiene la posibilidad de integrar una perspectiva de aprendizaje histórico y convertirse en una pieza de reajuste, restauración y regeneración de los sistemas vivientes, si así lo determinamos. Carreteras y poliductos regenerativos; minas restaurativas (sí, se puede); campos eólicos o solares bien articulados al territorio (también lo impactan masivamente); lagos construidos o distritos de riesgo inspirados en la complejidad biótica anfibia, y urbanizaciones agropecuarias y biodiversas son opciones.

Gobernar la infraestructura implica hoy asumir y entender el pasado como parte del ecosistema que hemos venido modificando y actuar en consecuencia, pues cada empujón adicional y cada obra generan olas más y más complejas. Pero, ello no significa insostenibilidad, solo un mundo cada vez más extraño, donde obligatoriamente debemos aprender a vivir distinto y reacomodar al resto de seres vivos, haciéndoles cada vez más espacio: por eso hay que hablar mucho más de infraestructura verde, pero no como de aquellas redes de pasto y árboles urbanos diseñados con criterios estéticos, sino como resultado de construir con sentido biológico para la sostenibilidad. Tarea clave para la ANI y Anla del futuro.

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