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Analistas 22/06/2016

Fondos de agua

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean
La República Más
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Se sabe que pagamos el agua que sale de la llave por el costo de captarla, purificarla y distribuirla. En ese esquema, la funcionalidad ecosistémica detrás del ciclo hidrológico quedaba en el limbo, es decir, la sociedad dependía de que las condiciones de calidad biológica se mantuvieran indefinida y espontáneamente. Es evidente que este esquema es insostenible, toda vez que hemos intervenido en el territorio a gran escala, generando modificaciones sustanciales en la distribución y formas de operar de la biodiversidad, el componente que garantiza la salud ambiental. Por ese motivo, una de las estrategias adaptativas más importantes de la humanidad a las consecuencias de su propio actuar es la de invertir esfuerzos y recursos de la manera más adecuada y eficiente para garantizar esa funcionalidad ecológica requerida.

En países con economías de mercado es obvio que se apele a los mecanismos institucionales específicos del modelo, lo que implica un nivel de valoración monetaria de ese esfuerzo de conservación de los ecosistemas: reconvertir malos usos del suelo, sistemas productivos que causan deterioro o recuperar pasivos ambientales cuesta dinero. Las empresas son muy conscientes de ello, pues su negocio depende de la oferta de agua de calidad a largo plazo, pero desconfían de la capacidad del Estado de reinvertir las eventuales tasas que implica su aprovechamiento: la institucionalidad pública no parece robusta para lograr este fin, pero esto es materia de otra discusión. La sociedad civil también está alerta y de allí la profusión de protestas y manifestaciones ciudadanas por la protección del agua, pero también por mantener el control público en su gestión; se trata de un derecho fundamental que no puede comprometerse.

El pasado 15 de julio se instaló en Bogotá la 3a Bienal de Fondos de Agua Latinoamericanos con la presencia del Presidente Santos y otros dignatarios. Asistieron los principales promotores de la iniciativa, el director de Femsa, Carlos Salazar y el Presidente de TNC (The Nature Conservancy), Mark Tercek, en cuyas perspectivas está  “apalancar US$27 millones, que se invertirán en Fondos de Agua de la región en un periodo de cinco años, para crear y fortalecer 32 fondos de agua en América Latina y el Caribe, impactando de manera positiva 3 millones de hectáreas de ecosistemas naturales y beneficiando alrededor de 50 millones de personas” (http://fundosdeagua.org/es).

El reto de la gestión del agua radica para Colombia y muchos países, en la reconstrucción y gestión de su infraestructura ecológica, que no es solo fundamental para garantizar un ciclo hidrológico de calidad, sino para viabilizar toda la actividad agropecuaria, la prevención y mitigación de riesgos, e incluso la salud y calidad de vida de los habitantes urbanos. En síntesis, el flujo de beneficios, que históricamente ha disfrutado la humanidad de manera gratuita, requiere inversiones sustanciales, incluso superiores a las de otros tipos de infraestructura, dado que tenemos en ella una deuda acumulada importante.

El ejemplo de los Fondos de Agua es vital en la discusión de alianzas público-privadas para garantizar la efectividad de las inversiones ambientales. Bien podría utilizarse para orientar otros mecanismos en la gestión de los demás servicios de los ecosistemas, pues es urgente complejizar e innovar en su administración: ya no podemos depender únicamente de las áreas protegidas, que además poseen graves problemas de gobernanza.
 

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