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Analistas 03/02/2021

Escoger verdad

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean

Cuando las encuestas indican que más del 40% de la población se niega a recibir la vacuna contra la covid-19, hay que volver a preguntarse por los procesos mentales que soportan una decisión tan drástica, que puede conllevar la muerte. Marvin Harris, el antropólogo materialista, argumentaba que las vacas en la India eran sagradas porque en las condiciones de vida de sociedades empobrecidas por siglos se habían convertido en la mejor opción de bienestar y por ello su presencia era innegociable, de ahí que el aparato simbólico hubiese reforzado un comportamiento sostenible en forma de poderoso conjuro ético.

Para otras escuelas de pensamiento, la propuesta interpretativa de Harris es cínica, por cuanto desestima la capacidad de agencia original de los propios seres humanos y reduce las cualidades de la subjetividad a una condición de excrecencia. Pero el mundo existe y aún con sus azares, es inexorable. Que los lenguajes lo nombren adecuadamente es un asunto que se resuelve darvinianamente en la materialidad de la cultura: si es capaz de operar en eso que neurológicamente denominamos realidad, prosperaremos proporcionalmente, de lo contrario, nos llevará a la extinción.

El problema es que el proceso de selección no implica la eliminación de interpretaciones o conductas fosilizadas correspondientes a prácticas del pasado, convertidas en tradiciones a veces muy nocivas: no podemos decir como una regla que “si los antiguos hacían las cosas así, y estamos vivos aquí, es porque les funcionó y hay que hacer lo mismo”, porque pocos querrían volver a vivir en el mundo de los ancestros, así la nostalgia les seduzca: tal es el poder del mito, trágico y hermoso a la vez.

El presidente Biden acaba de tomar un conjunto de decisiones de política ambiental históricas, que de ponerse en práctica representarán un giro muy significativo (y positivo) en su modelo de desarrollo e incidirán en el del resto del planeta, que se los venía reclamando, con la confianza en que la democracia, tan mítica, bella y trágica también, no sucumba ante la opción mafiosa que ha llevado a otras sociedades a creer que sus tiranos son benévolos (o sabias las modelos) porque les escuchan en la radio y la televisión todos los días, tan convincentes y dulces como el hipoclorito y los cocteles “preventivos” que han agotado las existencias de Ivermectina en las farmacias. El efecto placebo opera en todas las dimensiones de la existencia, pero sólo el ejercicio de la crítica es capaz de aumentar su efectividad.

Harris diría que la prohibición del fracking en los EE.UU. resulta de la evidente quiebra de una operación sustentada en la volatilidad y especulación financiera de los mercados de capital, que beneficiaban a un sistema de generación de energía ya senil. Para sus contradictores, la decisión está motivada por un sistema de creencias que ya no requiere de sustento empírico: al fin y al cabo, con los mismos datos disponibles las sociedades toman decisiones controversiales que dependen de sus capacidades interpretativas. Hay que escoger, porque hacer buena gestión del territorio, por ejemplo, no debiera implicar su resacralización, que hoy parece imponerse, so pena de llenar de llenar el futuro de otra clase de vacas. Tal vez el mayor reto de “los verdes” sea, en esos mundos llenos de subjetividad mágica, inspiradora o esclavizante, discernir en sus propuestas entre bienestar y riqueza, austeridad y pobreza…

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