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Analistas 31/01/2023

Colapso petrolero, programado

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean

A raíz del debate desencadenado por el uso del documento de balance de reservas y demanda petrolera, publicado por el Ministerio de Energía y Minas (aparentemente sin la totalidad del respaldo técnico requerido), y los anuncios reiterados de continuidad de las actividades ya pactadas de exploración pero la no de nuevas convocatorias, se han agudizado los temores de una crisis fiscal innecesaria con graves efectos en la inversión pública.

Se preguntan muchos cómo espera Colombia superar sus limitaciones de bienestar si sacrifica las rentas de hidrocarburos con base en argumentos ambientales asociados con una interpretación muy particular de la responsabilidad global del país ante el cambio climático y donde se confunden ingenua o deliberadamente las escalas y los números para atacar por las razones que no son, el modelo corporativo en el que se basa el aprovechamiento de recursos minero energéticos: ya se ha dicho que lo que haga Colombia con su petróleo, gas o carbón es irrelevante en términos climáticos globales, por lo cual no se entienden la acciones precipitadas que algunos plantean, habiendo suficiente espacio de acción para diseñar una transición energética justa, equitativa y, sobre todo, balanceada.

El análisis de los sistemas socioecológicos ha mostrado que las transformaciones relevantes del mundo provienen de grandes rupturas inesperadas que generan un colapso o una reorganización acelerada de las trayectorias históricas de las cosas.

En un libro editado por Lance Gunderson y Buzz Holling a principios de siglo 21, “Panarquías”, se presentó un modelo interpretativo de las reglas que rigen el comportamiento acoplado de las variables físicas, biológicas y socioeconómicas del mundo, sugiriendo que el desajuste creciente entre ellas conllevaba necesariamente a la renovación y la generación de nuevas dinámicas armónicas, pasando por fases de caos y reorganización.

El problema de los colapsos, por creativos que resulten, se indicaba, es el efecto traumático que acarrean en las fases de transición, de ahí que la principal recomendación de los investigadores, hoy reunidos en una organización llamada la “Resilience Alliance”, es propiciar y, en lo posible, diseñar las crisis: la revolución francesa solucionó el problema de la monarquía absoluta cortando cabezas, los británicos con la máquina de vapor.

Las guerras civiles, a las que apeló Colombia continuamente durante el siglo 19 para “afrontar” las crisis se convirtieron en el mecanismo regulatorio por excelencia de la convivencia nacional, desencadenando un esquema de violencia estable que se ha convertido en la peor adaptación imaginable a la megadiversidad y la complejidad nacional, que también requiere un colapso planificado, ojalá provenga de la propuesta de la Paz Total, por lo ambiciosa y disruptiva.

Las crisis, en síntesis, pueden planificarse, sobre todo si se ven venir, aunque no se puedan predecir. Es mejor mantener cierto control sobre el colapso que dejar a las fuerzas espontáneas de los sistemas no humanos la tarea de reorganizar el mundo, pues para el planeta no somos más que una anomalía.

La Madre Tierra, si escogemos hablar en esos términos, es implacable y no moverá un dedo por nosotros, así que la tarea es clara para los agnósticos de todo dios: no suicidarnos.

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