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Analistas 21/12/2016

Asterix en Colombia

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean
La República Más
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Para esta época decembrina, las familias Puinave del Guainía comienzan a moverse hacia la playa, coincidiendo con la migración de paisas y cachacos al Caribe e igualmente con ánimo festivo. En el oriente colombiano, sin embargo, es la aparición estacional de gigantescas playas blancas donde salen a desovar las tortugas de río las que propician al menos tres meses de vida tranquila, buen pescado, frutos de palmas, piña. Los niños juegan todo el día en el agua clara del Inírida y en el resto de la región, cada pueblo se organiza según el derecho ancestral que determinó el movimiento de la gran anaconda en las estrellas. En otras partes del país, los páramos descubren sus azules y es tiempo de meditación frente a las gélidas lagunas o de recoger conchas en el mar o de hacer chagra en la montaña: cada uno de los  90 pueblos nativos de Colombia disfruta su particular y única manera de entender el mundo, mientras el resto de colombianos se arraciman en centros comerciales llenos de nieve de icopor y escuchan una y mil veces el wiwichu.

Hace muchos años disfruté una historieta ilustrada del popular Asterix y conocí a los héroes de la resistencia Gala en una aventura en la cual se comprometían a recorrer el país colonizado por los romanos en menos de 30 días y traer, como prueba de la hazaña, los ingredientes de un banquete pagano con el que siempre concluían los dibujantes: quesos, vinos, panes, peces, frutas, productos regionales que hoy tienen un valor impresionante no solo en el mercado de las denominaciones de origen, sino como base de la identidad de Francia ante el mundo. Pensaba entonces que quería vivir en ese país tan diverso. Con los años y mucho esfuerzo caminando por Colombia entendí la situación real y que si bien los franceses tienen un país espléndido, tal vez tan  ingobernable como el nuestro (por sus miles de quesos, decía De Gaulle), este no se quedaba atrás.

El año próximo vendrá Asterix a visitar Colombia, y tendrá la oportunidad de maravillarse con la espléndida oferta de productos naturales y elaboraciones culturales de nuestra nación megadiversa. Pero también se extrañarán con esa Colombia medio globalizada y llena de monólogos, donde los relatos del café y la cocaína aún dan cuenta de nosotros ante el mundo, pese al esfuerzo de grandes músicos y deportistas. Más extrañados quedarán cuando vean los esfuerzos educativos y de los medios de comunicación por erradicar esa diferencia o mostrarla dentro de jerarquías y órdenes que el mundo abandonó hace décadas: porque nuestro clasismo infame, nuestro racismo hipócrita y nuestro sexismo beligerante parecen  querer aplanar por todas partes lo que sigue siendo un territorio exuberante, polifacético y lleno de inspiración, no para hacer propaganda mercantil, sino para hacer de Colombia un referente a la creatividad vital. 

Bienvenido por ello el reciente proyecto de Ley que promueve la construcción de una Colombia innovadora y creativa, capaz de transformar e inspirarse en su esencia, la diversidad viviente y las tradiciones de los pueblos que construyeron sus lenguas y su estética a partir de ella hace milenios. Y dentro, con generosidad si hay respeto, espacio para quienes nos legaron el latín de la ciencia y el castellano sin palabras para tanta fauna y flora, o las creencias en otros dioses que tal vez preferirían conversar con los de acá y no sojuzgar, si hubiese chance. 

Nada mejor en Navidad que reconocer que aún tenemos una segunda oportunidad sobre la tierra…

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