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Analistas 12/10/2016

Asimetrías

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean
La República Más
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La evolución biológica del planeta se construye sobre las leyes de la física, que permiten que un sistema progrese en complejidad en la medida en que se configuran asimetrías y por ende, movimiento en busca del equilibrio. Las asimetrías generan gradientes que aparecen como resultado de procesos de acumulación de materia, energía o información a través del tiempo. Un bosque maduro, por ejemplo, es un depósito sobresaliente y “anómalo” de carbono, nitrógeno y oxígeno cuya biomasa se extiende al sistema radicular, al suelo orgánico producido y a toda la materia aérea. Y digo anómalo, pues excede en mucho el promedio de concentración de estos elementos en el resto del planeta.

Con la economía sucede exactamente lo mismo: se acumulan distintos tipos de capital que representan activos más o menos persistentes, y de su concentración depende la noción de riqueza material de quien los controla. Los gradientes de distribución, como en el proceso de crecimiento sucesional de un bosque, son limitados, pues el sistema favorece la concentración de energía o dinero en un solo lugar, para dar lugar con ello a niveles de estabilidad y consolidación de estrategias adaptativas. Para muchas sociedades la acumulación constituye más un peligro que una oportunidad y hablan del “veneno” y la “pudrición” como efectos deletéreos de hacerlo: sus economías orgánicas dependen de la salud biológica del sistema; no se puede guardar la carne o el pescado en una cuenta corriente. 

Las asimetrías tienen implicaciones empíricas en el funcionamiento de cualquier sistema, no son buenas ni malas en si mismas. Un Estado requiere concentrar impuestos para invertir en la construcción de escuelas, eso es bueno; una gobernación corrupta hace lo mismo con los fondos públicos para su beneficio personal, eso es malo. La diferencia, de nuevo, son los ciclos y mecanismos distributivos. Recordemos que las mafias también producen empleo y contribuyen al PIB, por eso no son combatidas intensamente por el Estado; se mantienen “dentro de niveles adecuados” para permitir flujos económicos, también ecológicos. El exceso de controles en un sistema favorece la aparición de caminos ilegales o informales, así la cocaína o el agua que siempre encuentran su camino así se construyan aduanas, retenes, diques o terraplenes.

Cuando las asimetrías son sociales, como la grave inequidad generada por el control de la tierra productiva o los bienes de capital, no se hacen esperar los movimientos de masas en busca del equilibrio y los vasos comunicantes de la política tienen la responsabilidad de buscarlo de la manera más eficiente y pacífica. La injusticia social es un hecho insostenible y si hay que apelar a la violencia para compensarla, tarde o temprano sucederá: por eso la paz siempre es más benéfica y un imperativo moral.

Curiosamente, en un sistema electoral donde se pregunta a las personas qué opinan, no se reflejan las asimetrías, ni las buenas ni las malas y con el tiempo se impone el mito de que “vivimos en equilibrio”. Algo así sucedió la semana pasada con el resultado del plebiscito para ratificar o no los acuerdos de La Habana. Aparentemente, no hay asimetrías en nuestro país y en ese promedio fatal y artificioso del empate “técnico”, naufragamos. Como han planteado muchos analistas, tal vez el error esté en los supuestos con que opera nuestra institucionalidad “democrática”, incapaz de interpretar las profundas asimetrías que pudiendo ser creativas, están por destruir nuestro país.

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