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Analistas 26/09/2019

Con honor

Andrés Otero Leongómez
Consultor en Investigaciones e Inteligencia Corporativa

En momentos en que el país empieza a entender que las camas vacías en el Hospital Militar eran un simple espejismo de paz y que la verdadera amenaza del narcotráfico nunca ha cesado de existir, nos despertamos ante la triste realidad de que una vez más caímos en la trampa de nuestro adversario. Ahora no queda más remedio que recuperar el terreno perdido, pero esta vez con unas Fuerzas Armadas desmotivadas, deslegitimadas y con su honor pisoteado.

Otro gol del habilidoso abogado comunista español Enrique Santiago -quien logró equiparar a nuestras Fuerzas Armadas con un puñado de narcos que se hacían pasar por guerrilleros- sin que nadie se sonrojara. ¡Qué vergüenza!

Ningún país digno somete a sus héroes a un paredón de lapidación y humillación como la JEP. Mucho menos les deja a sus enemigos reescribir la historia, después de la generosidad con la que se les permitió retirarse del campo de batalla para ejercer cargos públicos sin haber pagado un solo día de cárcel, indemnizado a una víctima, mostrado un gramo de arrepentimiento o alcanzado un voto en las urnas.

Hay quienes consideran que esto beneficia a un sinnúmero de integrantes de la fuerza pública que se encuentran sub-judice a causa de las investigaciones por falsos positivos, vínculos con paramilitarismo u otras violaciones de derechos humanos. Se equivocan. No hay nada más importante para un miembro de las fuerzas armadas -activo o retirado- que el honor militar.

Para terminar de colocar la cereza en el pastel, hace unos meses un periodista de un prestigioso medio internacional -en contubernio con periodistas locales y aprovechando divisiones internas- cometió un atentado, pero esta vez sin levantar un arma o activar un carro-bomba. Bastó un artículo tendencioso basado en una cantidad de supuestos, interpretaciones, fuentes ocultas, para terminar de inmolar el honor, respeto y credibilidad de nuestras fuerzas militares, al inferir que habrían vuelto a las prácticas oscuras y poco profesionales del pasado.

Borraron de un plumazo lo que -a quienes correspondió implementar el Plan Colombia y la política de Seguridad Democrática- tanto trabajo había costado.

Tarea difícil tiene el señor Presidente para lograr que nuestros soldados y policías -a quienes hemos dado la espalda una y otra vez- vuelvan a enfundar un fusil y dar sus vidas para defender una sociedad de la amenaza del narcotráfico en todas sus formas: desde la ola de asesinatos a candidatos y líderes sociales que ha vuelto a resurgir; el régimen chavista; la presencia sanguinaria de los carteles de Sinaloa y del Golfo; hasta llegar a la muestra cantinflesca de Márquez y Santrich buscando rearmar las disidencias de las Farc.

Parafraseando la interpretación del actor Jack Nicholson en la película ‘Algunos Hombres Buenos’: “Ustedes duermen bajo la libertad que yo proveo y cuestionan la manera en que lo hago. Preferiría que simplemente me dieran las gracias y siguieran su camino.”

Irónico.

Hoy no nos queda otra cosa que pedirles excusas públicas. Pedirles que una vez más vistan el uniforme y ejerzan la función de mayor dignidad y riesgo, por un país que los admira, los respeta, les agradece su sacrificio personal, y que no permitirá que un puñado de izquierdistas de salón, acabe con su honor y su gloria.

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