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Mientras la Europa del siglo XXI sigue amenazada por la guerra dolorosa por la invasión de Ucrania, las repercusiones para Rusia, vistas con ojos occidentales, demuestran que no solo se equivocó Putin al invadir Europa, sino que le causó un enorme daño a las perspectivas económicas y políticas de ese país, ahora y por muchos años más.
La teoría del actor político racional, alguien que previsiblemente actúa en beneficio de los mejores intereses de su nación, fue desacreditada por analistas de la comunidad de inteligencia. Putin actuó de manera irracional. Así lo demuestra Thomas Friedman, columnista del NYT, al hacer notar que dos países con McDonald’s nunca se habían declarado la guerra. Hoy, la economía rusa está en una caótica decadencia continua, comparada con otros países de Europa, Oriente Medio y África, comúnmente conocidos, por sus siglas en inglés, como Emea.
La retórica de la nueva administración Trump surge con una economía pujante, en momentos en los que Europa, de puertas para adentro, vive un punto de inflexión. Países como Alemania y Francia pierden su liderazgo en industrias tan importantes como la automotriz y la manufacturera, entre otras, en medio de las preocupaciones producidas por las altas tarifas propuestas por Trump, que pueden afectar su economía.
Por dar un ejemplo, la exportación de vehículos eléctricos. Los países del mediterráneo, como Grecia e Italia, no tienen los mismos intereses políticos, porque son más sensibles a los cambios de la tasa de inflación y cuentan con una mayor exposición a los sectores de servicios; a la vez, siguen soportando la carga de la deuda pública de años pasados.
La nueva era Trump ha llegado a la Casa Blanca porque no pasó nada con la bala perdida que le hubiera arrebatado la vida en esa tarima en frente a sus simpatizantes de Maga el pasado 13 de julio, por eso, hay que considerar los distintos escenarios con su llegada después de un acto de intervención divina como lo mencionó el presidente electo.
Paradójicamente, el líder político del grupo extremista de Hamás, asesinado en Teherán; las explosiones de celulares en el Líbano e, incluso, el derrocamiento de Bashar-al Assad de Siria, apoyado por Rusia durante años y donde se le ha ofrecido asilo, pueden llevar a una nueva ofensiva contra líderes en zonas de conflicto interno, con operaciones militares y de inteligencia para derrocarlos o asesinarlos.
Según el presidente del Foro Económico Mundial, Borge Brende, será fundamental que no veamos a Siria terminar nuevamente en guerras sectarias y que pueda haber un acuerdo sobre una forma inclusiva de gobernar el país en el futuro. No cabe duda de que Venezuela integra también estas zonas de conflicto, así lo demuestran las recompensas de millones de dólares ofrecidas por la captura de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López.
Las políticas migratorias tendrán, durante el próximo cuatrienio de Trump, una hegemonía poco ortodoxa. La lucha clandestina contra tiranos y carteles corruptos también supondrá inciertas acciones con la llegada de la nueva administración, así sus intereses no coincidan con los de Estados Unidos.
Por lo tanto, las nuevas herramientas de control fronterizo y las que se utilizan actualmente en la guerra de Ucrania, como los drones kamikazes, serán impredecibles a la hora de sorprender al enemigo desde la distancia. Para entender la materialización de esta idea, basta con leer las conclusiones de la audiencia de confirmación del senador Marco Rubio para ocupar el cargo de Secretario de Estado.