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Analistas 25/11/2023

S.A.B.O.R

La República Más

El alcalde electo, Carlos Fernando Galán, ha hecho saber que la lucha contra el hambre ocupará lugar prioritario en su agenda y que al ser un tema de interés común, lo abocará de manera mancomunada con el sector empresarial y con la región central.

Algunos indicadores del Dane y del Programa Mundial de Alimentos para el 2023: 25,4 % de hogares en el distrito capital acusan un problema moderado de inseguridad alimentaria y 4,2 % ya se encuentra en situación grave. 64.000 infantes enfrentan cuadros de desnutrición crónica y aguda; el 35 % de la población tiene un consumo insuficiente de alimentos ricos en nutrientes proteicos.

Hasta 80 % de los alimentos que se consumen en Bogotá proceden de Cundinamarca, Meta, Boyacá, Tolima y Huila; Solo Cundinamarca provee 40% de la alimentación de los bogotanos.

Según Uaesp, en el 2022, el 12 % del total de comida que se perdió y desperdició en el país, corresponde al distrito capital, esto es, 1,2 millones de toneladas de alimento. En el mismo año, en la Región Central que incluye a Bogotá, Cundinamarca, Boyacá, Meta, Tolima y Huila, la cifra fue 39%, 3,8 toneladas.

Estos indicadores plantean un problema insolayable y exige que la solución del mismo sea un propósito de bien común, tramitado en el marco de alianzas público-privadas-comunitarias de orden regional, sostenibles, y ajenas a sesgos ideológicos del mercadocentrismo, del estadocentrismo o del voluntarismo comunitario.

La sostenibilidad alimentaria como visión supera la gelidez tecnocrática de la seguridad alimentaria, las calenturas ideológicas de la soberanía alimentaria y la tentación de agitar banderas populistas con el hambre, basadas en diagnósticos catastrofistas, soluciones mesiánicas y estilos caudillistas.

La sostenibilidad alimentaria no se reduce a paliar el problema del hambre con acciones puntuales al servicio de un programa de gobierno con término fijo; busca sí, erradicar el hambre con soluciones que se consoliden en el tiempo, competentes en materia económica, social, ambiental, energética y de conectividad física y digital.

Ofertas comunitarias y públicas en Bogotá para contribuir en sostenibilidad alimentaria y atención focalizada a la población vulnerable en materia de hambre hay en cantidad y calidad; en contraste, oferta empresarial en este propósito, está circunscrita a puntuales acciones de responsabilidad social.

Para potenciar el concurso de la empresa privada, el distrito, con los ajustes necesarios, bien puede emular el instrumento obras por impuestos que la nación ofrece a grandes contribuyentes, para atender obras físicas en zonas de alto conflicto; algo del estilo “Tributos Distritales por Alimento”.

Responsabilidad de orden ético y político tienen el distrito capital y la región central en lo que atañe a reducir pérdidas y desperdicios en alimentos; en ello, la cadena de valor, que va desde el productor y pasa por los empresarios del sector gastronómico y hotelero, pueden jugar papel solidario y subsidiario; hay que celebrar la existencia de un plan maestro de abastecimiento Bogotá-Cundinamarca.

Un programa como es S.A.B.O.R , Sostenibilidad Alimentaria Bogotá Región, es pertinente que sea visualizado desde ya en el plan de desarrollo distrital y de los departamentos aledaños.

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