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Analistas 18/05/2023

La cotidianidad capturada

Alfredo Sarmiento Narváez

El día a día de los colombianos está capturado por estridentes, oportunistas, calculadas y tendenciosas declaraciones proferidas por comprobados delincuentes, unos al margen de la ley, otros cuantos sometidos a la justicia y aquellos que fungen como voceros de las miasmas transicionales creadas al servicio de la una paz cada vez más, y tristemente, convertida en impunidad y claudicación.

Cuando una dosis significativa de la comunicación social y política en Colombia se pone al servicio de toxicidades, suspicacias, infamias, verdades a medias y mentiras ramplonas, expresadas por delincuentes de toda laya, que abarcan el espectro de la corrupción y la violencia, se torna muy difícil construir una comunidad de propósito como país y una comunión de sentido como nación.

El sistema penal colombiano introdujo el llamado principio de oportunidad emulando esa figura del sistema penal americano; seguramente esa figura ha contribuido en la lucha contra el delito, sin embargo, en no pocos casos, ha sido usada por delincuentes de manera oportunista para ganar beneficios penales sin demostrar ningún tipo de pudor y sentido ético.

El protocolo comunicacional para utilizar el principio de oportunidad amerita revisión, toda vez que la opinión pública suele quedarse más con la noticia de escándalo, que un día ocupa la primera plana, que con los desenlaces finales de esas tramas, muchas de las cuales terminan absolviendo a los incriminados.

Por su parte, la justicia transicional en Colombia, cada vez menos al servicio de la víctimas y aceleradamente convertida en transacción con traje jurídico al servicio de los victimarios, ha convertido sus diferentes audiencias y procedimientos ora en caja de resonancia para ciertas voces, ora en cajas de encriptamiento y sordina para otros testimonios, todo en función de manejos tendenciosos y sesgados.

La paz capturada de manera sectaria por parte de unos cuantos, gestionada por esos cuantos de manera excluyente y para beneficio de ellos mismos, también ha generado prácticas y matrices comunicacionales que permiten a delincuentes comunes fingir, ante la opinión nacional e internacional, como ¨altruistas¨ delincuentes políticos, como víctimas y no como victimarios.

Estas perniciosas prácticas de la comunicación social y política terminan haciendo de los delincuentes, protagonistas y héroes victimizados de ciertas novelones y vodeviles judiciales, trastocando un sistema de valores de suyo envolatado en su propio laberinto, que camina en medio de una torre de babel donde las palabras pierden su original sentido y se ponen al servicio de las causas contrarias como por ejemplo la vida, para promover prácticas de muerte, el amor, para promover odios y resentimientos y la verdad para imponer versiones parcializadas y fragmentarias.

Toda persona y sujeto social debe asumir la responsabilidad de saber que, como y a quien escucha y de saber que, como y a quien comunica.

En Colombia miles y millones de personas de buena voluntad a diario emprenden, crean, sirven, se solidarizan, estudian, investigan y están al servicio del bien común; esas personas merecen cautivar nuestra cotidianidad, ellos sí son los protagonistas.

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