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Analistas 31/01/2024

Abrir debates

Alejandro Vera Sandoval
Vicepresidente técnico de Asobancaria

En las principales ciudades del país, luego de la desaceleración económica y la creciente inseguridad en las calles, la movilidad se consolida como una de las grandes preocupaciones de la gente, según encuestas de las cámaras de comercio.

En este caso, la baja oferta y el exceso de demanda afectan el precio de mercado que es la creciente congestión. En ambos frentes, las ciudades ya trabajan. Por el lado de la oferta, se construyen más soluciones viales en zonas donde son necesarias. Por el lado de la demanda, se busca reducir el exceso de uso de vías con transporte privado, creando y mejorando Sistemas Masivos de Transporte Público que mucha gente quiera utilizar y no solo los que lo necesitan.

En ambos casos, las soluciones se van a demorar varios años. Y, para el corto plazo, la solución ha sido las restricciones a la movilidad. No obstante, esas soluciones han perdido eficacia porque se volvieron permanentes. Por ello, se deberían abrir discusiones adicionales que ayuden a la movilidad mientras llegan las soluciones estructurales que deben apurar su marcha.

Dentro de estas discusiones adicionales podría mencionar tres. En primer lugar, la posibilidad de un mayor castigo que ayude a desincentivar prácticas como los vehículos mal parqueados y los taxis y vehículos de plataformas que recogen o dejen a sus pasajeros en vías principales. En este caso, están los que anotan que la ciudad ya está llena de señales de prohibido parquear y que no se puede impedir que la gente se suba o baje de los vehículos donde quiera. Pero, por otro lado, están los que justamente mencionan que las señales de prohibido parquear no se respetan y que un poco más de orden vehicular puede elevar la velocidad de recorrido de las vías principales de las grandes ciudades.

En segundo lugar, aparece la posibilidad de restringir el cargue y descargue de vehículos de carga en horas pico en corredores viales prioritarios. Esta es similar a la anterior pues podría ordenar mejor la movilidad de las vías arterias de las principales ciudades donde a veces se parquean camiones a descargar inventario de supermercados o almacenes. No obstante, hay quienes advierten que esto puede elevar el costo del flete pues puede implicar más tiempo de uso del vehículo de carga.

En último lugar está el tema de las motos. En este frente la discusión debe ser sobre los incentivos correctos para lograr un equilibrio entre los que necesitan la moto para trabajo o transporte y el flujo ordenado de diferentes medios de transporte por las vías, donde cada uno asume los riesgos y costos correctos en que incurre.

Aquí, por un lado, algunos mencionan que en una economía tan informal la moto es la forma en que gran parte de la población se moviliza y genera ingresos.

Pero, por otro lado, hay quienes dicen que se les debería cobrar por los costos que generan sus externalidades (por ejemplo, una tarifa diferencial en los peajes por el uso de las carreteras o el Soat a un precio que incluya que son los que más accidentes generan) para que se visibilice el verdadero costo social de moverse en este vehículo.

No hay respuestas absolutas a ninguna de estas tres propuestas, pero eso no significa que no se deban debatir. En estos temas, las alcaldías, el Gobierno Nacional, los centros de pensamiento y las universidades deberían ser más vocales. No solo de “pico y placa” puede vivir la movilidad urbana.

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