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Analistas 26/09/2020

Respetar los límites

Aldo Civico
Antropólogo y estratega de liderazgo
Analista LR

En el transcurso de las últimas semanas la palabra agotamiento ha emergido frecuentemente en mis conversaciones con directivos de varias empresas. En la nueva realidad que vivimos se ha vuelto un desafío, aún más agudo, trazar un límite entre la vida profesional y la personal. La tecnología es invasiva y por ende irrespetuosa de los espacios, los momentos y los tiempos de cada uno. Nos ha vuelto más reactivos; percibimos que tenemos que responder a cada mensaje de inmediato o de lo contrario nos sentimos culpables. Eso lleva a que nuestro cerebro esté todo el tiempo activado. Los muchos meses de encierro también agotan las energías del cerebro. Finalmente, la incertidumbre frente al futuro puede ser fuente de ansias y estrés adicionales. No hay entonces que maravillarse si en el cuarto trimestre de este año sentimos fatiga.

En columnas anteriores he compartido acciones que se pueden tomar para conservar o restaurar la energía de nuestro cerebro. Hoy me quiero enfocar en la necesidad de poner límites para no terminar agotados. De hecho, cuando no somos conscientes de nuestros límites permitimos a los demás entrar y quedarse en nuestro espacio. Cuando eso pasa, nos convertimos en aquella persona cuyos amigos llegan a la casa a cualquier hora, acompañados de más gente, sin pedir permiso, y arman fiesta.

Finalmente, para aquella persona tener gente en su espacio todo el tiempo se vuelve algo normal. Hay personas en nuestra vida que se vuelven vampiros energéticos. Pero también podemos ser los invasores y los vampiros. Por eso, poner límites y ser conscientes de los límites de los demás es importante, para respetarlos.

Es posible evaluar rápidamente el estado de solidez de nuestros límites si, por ejemplo, nos volvemos conscientes que nos cuesta decirle no a las personas que nos rodean, si nuestro estado emocional depende de lo demás, si cuidamos a otros más que a nosotros mismos, si nos cuesta tomar decisiones, si nos quedamos callados cuando otros hieren nuestros sentimientos con palabras, actitudes o acciones, si contestamos a mensajes y correos de jefes y de colegas a toda hora. Cada una de estas actitudes son un síntoma de que no sabemos resguardar nuestros límites y el resultado es que terminamos agotados.

Al mismo tiempo, si por razones de trabajo es nuestro hábito contactar a las personas fuera de los horarios de trabajo o el fin de semana, o empujamos nuestra agenda personal en una reunión, o nos entretenemos con chismes y juicios sobre los demás, o interrumpimos con frecuencia a quienes hablan, o dominamos una reunión todo el tiempo, estos son síntomas de que nos cuesta reconocer y respetar los límites de los demás. La nueva normalidad del teletrabajo nos puede volver menos atentos de los límites nuestros y de los demás. Lo que las organizaciones pueden hacer para prevenir el agotamiento y aumentar la resiliencia es educarse para reconocer y respetar los límites propios y de los demás.

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