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Analistas 29/08/2020

Felicidad, una virtud

Aldo Civico
Antropólogo y estratega de liderazgo
Analista LR

Con todo lo que nos está pasando, ¿tiene sentido pensar en la felicidad? Parecería una paradoja, pero quizás es exactamente cuando es más fácil ser pesimistas y estar preocupados que vale la pena reflexionar sobre algo tan fundamental en la vida, como lo es la felicidad, y sobre todo sobre su esencia y sus condiciones. Por eso, es precisamente cuando las circunstancias son difíciles que podemos descubrir sus secretos, sus condiciones y de esta manera acceder a ella.

Después de todo, ¿no es la felicidad el verdadero motor que nos impulsa a realizar todo lo que hacemos en la vida?, ¿no es por experimentar la felicidad que estudiamos, nos casamos, tenemos hijos, hacemos una carrera, queremos poder, y acumulamos riquezas? También es verdad que lo que hacemos y lo que tenemos, pocas veces nos hace felices. De hecho, la felicidad debería ser un estado del ser desde el cual generamos nuestra vida y no la consecuencia de algo que logramos.

Entonces, vale la pena preguntarse, ¿cómo vivir la felicidad aún en tiempos críticos? Durante estos días he vuelto a leer algunas de las páginas que Aristóteles escribió sobre la felicidad. Más que nadie, el filósofo griego concibe a la felicidad como un propósito central de la vida humana y un objetivo en sí mismo. Llegó a introducir la idea de una ciencia de la felicidad considerándola como un nuevo campo del conocimiento. Igual que la noción budista de Camino Medio, la propuesta de Aristóteles es de cultivar el equilibrio.

Mientras que para el Buda el Camino Medio es un requisito mínimo para la vida meditativa, para el filósofo de la felicidad, el equilibrio es la fuente de la virtud misma, que permite la excelencia humana. Para Aristóteles, entonces, la felicidad es un fin u objetivo final que abarca la totalidad de la vida. No es algo que se pueda ganar o perder en pocas horas, como las sensaciones placenteras. Es más como el valor máximo de tu vida, midiendo qué tan bien has vivido hasta tu máximo potencial como ser humano. La felicidad no tiene que ver con los placeres, sino más bien con la plenitud de la vida. ”La felicidad resulta ser una actividad del alma de acuerdo con la virtud”, escribe Aristóteles.

Según Aristóteles, la felicidad consiste en lograr, a lo largo de toda la vida, todos los bienes -salud, riqueza, conocimiento, amigos, etc.- que conducen a la perfección de la naturaleza humana y al enriquecimiento de la vida humana. Podríamos decir que la felicidad coincide con la abundancia entendida como el desborde de la plenitud en todas las áreas de la vida.

Por eso, la felicidad requiere también tomar decisiones que pueden a veces ser difíciles, elegir la gratificación retardada. Más que todo, requiere desarrollar un buen carácter y la fuerza de voluntad para hacer lo correcto, incluso en situaciones difíciles. Entonces, la felicidad, es antes que nada quienes somos y no lo que logramos. La felicidad no depende de las circunstancias externas, aunque sean difíciles. Por lo tanto, en las circunstancias del presente, tenemos una oportunidad preciosa para desarrollar este estado del ser. Porque, “solo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego”, dice Aristóteles.

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