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Analistas 11/02/2013

Pensamientos sobre la reforma pensional

Alberto J. Bernal-León
Jefe De Estrategia Global, XP Securities
La República Más
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La prensa económica lleva días anunciando que en los próximos días la administración Santos hará la presentación oficial de la nueva reforma pensional. No se sabe mucho sobre la nueva reforma, con la excepción de que buscará lograr mayor equidad, mayor sostenibilidad, y que la reforma NO buscará incrementar la edad de retiro actual. También le he escuchado decir al ministro Pardo que esta reforma NO incrementará el mínimo de semanas cotizadas para acceder a pensión.  

 
Mejor dicho, a primera vista esta reforma es una reforma muy inferior a la que quería presentar el exministro Echeverry. Hace ya casi dos años escribí una columna en este mismo diario donde defendía a capa y espada la excelente reforma pensional que quería aprobar Echeverry en el legislativo. El lector ya conoce la historia. Desafortunadamente la política se le atravesó a la reforma. Al igual que argumenté en aquella columna, es una tristeza que toque explicar la razón detrás de la necesidad de subir la edad de retiro, pues la cuestión es ridículamente sencilla. Acá va: comenzando en 2014, la mujer colombiana se retirará a los 57 años, pero la expectativa de vida actualmente es de 77,8 años, según la Organización Mundial de la Salud. A principios del siglo XX, la expectativa de vida a nivel mundial era de 30 años menos comparada con los niveles actuales (también según la OMS). La única visión lógica mirando a futuro es que probablemente la gente va a vivir, en promedio, más tiempo. Mejor dicho, si se mantiene la tendencia actual, para finales del siglo 21, la expectativa de vida para una mujer en Colombia podría estar por encima de 100 años -debido a las mejoras en la medicina, calidad de vida, etc. 
 
Ahora, si en Colombia solo existiera el sistema de capitalización, como en Chile, entonces no habría problema. El sistema de capitalización implica que cada trabajador ahorra para su propia pensión. Mejor dicho, el jubilado recibirá en el futuro los rendimientos de su propio ahorro. Para el sistema de capitalización, el incremento de la expectativa de vida es un concepto casi irrelevante (eso sí, el concepto de pensión mínima podría implicar un subsidio del estado en algún momento). Pero Colombia tiene un sistema dual, donde convive el sistema de capitalización con el sistema de reparto. El sistema de reparto (sistema de prima media) es otro cuento. En el sistema de reparto, los jóvenes de la sociedad le subsidian las mesadas de los retirados actuales con los impuestos y con las contribuciones que le hacen al seguro social.
 
Y aquí es donde se pone complicada la cosa, sobre todo porque he escuchado que la administración Santos quiere “fortalecer” el sistema de prima media. Me explico. Mi abuelo tenía 10 hermanos y hermanas. Mi papá tiene cuatro hermanos y hermanas. Yo tengo dos y personalmente tengo dos hijos. Entonces, la natalidad de los colombianos ha evolucionado en cuatro generaciones de la siguiente manera: 10>5>3>2. Mejor dicho, cada generación está teniendo menos hijos, lo que implica que en el futuro va a haber menos jóvenes para pagarnos las pensiones a nosotros, los futuros viejos. 
 
Más preocupante aún, si hoy en día el sistema le paga mesada a la mujer promedio por 20 años, si para el final del siglo 21 no se incrementa la edad de retiro, la retirada promedio estará recibiendo mesada por más de 40 años, hecho claramente inviable. El debate sobre el incremento de la edad de retiro no es un debate neoliberal. Es un debate de lógica matemática y de sostenibilidad financiera. 
 
La última edición de The Economist, quizás la revista más importante del mundo, contaba cómo Suecia, paraíso “izquierdista” según algunos despistados, ya no tiene sistema de prima media sino sistema de capitalización y ajusta la edad de retiro bajo una fórmula matemática que tiene en cuenta la expectativa de vida. Inaceptable que en Colombia no podamos tener una discusión lógica sobre la sostenibilidad de las pensiones. Esa incapacidad a discutir con lógica nos condena al subdesarrollo. 

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