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Analistas 26/04/2015

Bullying 101

Alberto J. Bernal-León
Jefe De Estrategia Global, XP Securities
La República Más
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Muchos compatriotas y familiares me dicen que están desconcertados con la actitud de las Farc dentro del actual proceso de paz. Me decía hacia unos días un tío al que aprecio mucho: “¡es que no pueden ser tan limitados de visión estos tipos, imposible que no entiendan que con sus acciones cada vez alejan más la posibilidad de un final feliz para este proceso!” Yo, a diferencia de mi tío, tengo una visión diametralmente distinta. Considero que la actitud de las Farc tiene de todo menos ingredientes de ingenuidad. Al contrario, estos criminales lo que son es unos genios en el manejo de las tácticas de negociación, o mejor, de la opresión.

Las Farc lo que están haciendo es aprovecharse del error estratégico que cometió la administración Santos al mostrarle “tantas ganas” a este proceso de negociación. Me comentaba un intelectual colombiano hace unos días en una comida en Cartagena, que la vanguardia de la investigación sobre el comportamiento humano aplicada al “management”, investigación que están llevando a cabo diversas universidades norteamericanas, se ha estado enfocando en encontrar la génesis del “cambio” de actitudes de los miembros de grupos humanos en un momento determinado. En resumen, lo que ha encontrado esta rama de investigación es que la gente solamente cambia cuando hay una recompensa significativa atada al cambio, o cuando hay un “miedo extremo” al escenario del no cambio.

El gobierno de Uribe trató de forzar a los violentos a cambiar de actitud a punta de infligir “miedo extremo” a los terroristas. Por esta razón fue que 52.000 criminales decidieron dejar de delinquir durante los años de Uribe. El gobierno Santos utilizó un híbrido de las dos acciones durante sus primeros años en la presidencia, pero claramente la estrategia ha cambiado, y el Gobierno pareciera haber tomado la decisión de utilizar la promesa de una recompensa significativa como quid pro quo para lograr el desarme de estos criminales.

El problema es que todo parece indicar que la promesa de impunidad y poder político limitado no es suficiente aliciente para estos terroristas, pues claramente estos mafiosos aún no han perdido la esperanza de conseguir el poder absoluto (así como sucedió con el chavismo en Venezuela). Por esta razón y por el hecho que los líderes de las Farc entienden perfectamente que si no hay firma de la “paz” Santos saldrá de la presidencia sin nada muy relevante que mostrar, es que los criminales se la tienen “velada” al Gobierno. Alias “Timochenko” y compañía saben que pueden “estirar la cuerda” hasta niveles extremos para lograr sus objetivos. ¿Cuál es ese objetivo? Sospecho que inicialmente lograr que el Gobierno acepte no atacar a este grupo de mafiosos sin que estos tengan que entregar las armas (cese bilateral con poder territorial), para luego avanzar a exigir cambios más relevantes en el campo económico y político de la nación.

¿Qué puede hacer el gobierno para contrarrestar la intransigencia de estos criminales? Pues nada diferente a volver al camino de generar miedo extremo en la contraparte. Mejor dicho, lo único que puede hacer hoy en día Santos, para salvar la negociación de La Habana, es convertirse en Álvaro Uribe. El Gobierno es hoy como el niño chiquito que está sufriendo el acoso diario de sus compañeros de curso; ese mismo niño que todas las mañanas llega al colegio rogándole a Dios que ese día no “se la monten”. Pero todos sabemos que el mundo no funciona así. El único camino que tiene ese niño para salir de ese círculo vicioso de abuso es el de hacerse respetar.

Por el bien de nuestro país, Dios quiera que el Presidente entienda que hoy en día no hay opción diferente a recordarle a los narcotraficantes de las Farc que acá las instituciones son las que mandan y que, o dejan de delinquir, o el Gobierno dedicará todos los recursos necesarios para aniquilarlos de una vez por todas. Esta desfachatez hay que acabarla ya mismo, Presidente. A las buenas, o a las malas.  

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