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Para que un proceso de transformación sea exitoso, se necesita que los empleados comprendan de la misma manera su significado
En la actualidad, las organizaciones se están moviendo a diferentes velocidades con el objetivo de promover una ‘transformación digital’. Este término, sin duda uno de los más nombrados por estos días en la jerga empresarial debido a la coyuntura del covid-19, encierra cierta incertidumbre, pues las definiciones alrededor de lo que es y no la transformación digital son muy heterogéneas.
Sin embargo, más allá de entrar en un debate por cuál es la definición que mejor representa este concepto, quisiera detenerme en la primera palabra: transformación. Esta significa cambio, tiempo, mudanza, redefinición. Estas definiciones hoy se configuran como una necesidad y a la vez un reto que imponen los mismos cambios de un entorno que hoy se ve envuelto en una coyuntura, pero que a la vez, representan una oportunidad de evaluarnos, replantearnos y movernos en función de una “nueva normalidad” donde el ecosistema digital toma gran protagonismo.
En ese sentido, para que un proceso de transformación sea exitoso, lo primero que se necesita es que todos los empleados de la organización comprendan de la misma manera el significado de lo que esto constituye. Para ello, el rol de las áreas de talento humano es vital, pues tienen la posibilidad de brindarles a los empleados el acompañamiento y las competencias necesarias para lograr una transformación integral y armónica. Aquí radica la estrategia. En términos de transformación digital, de nada vale integrar tecnologías en función de elementos como la eficiencia o la optimización de procesos corporativos, por poner dos ejemplos puntuales, si los miembros de la compañía no son conscientes del objetivo que está detrás de esto, que no es otro que resolver situaciones que actualmente enfrenta la sociedad. La tecnología debe entenderse como una herramienta habilitadora de las mejoras sociales.
Por eso, cuando los empleados son conscientes de que la transformación es un proceso que se orienta hacia las personas y con el que se contribuye a garantizar la sostenibilidad de la compañía, comenzamos a vivir un cambio efectivo. En ese momento la resistencia al cambio, la desconfianza sobre los cambios tecnológicos y su impacto en las dinámicas internas, así como el miedo por integrar nuevos conocimientos aplicados se desvanecen ante un propósito superior. Finalmente, la inversión en tecnología es importante, pero la clave está en el uso inteligente que a ella le dé la organización.
En ese sentido, en los últimos reportes de la Andi como resultado de la Encuesta de Transformación Digital, se indica que 63% de las empresas cuentan con una estrategia para digitalizarse, sin embargo, las mayores barreras y desafíos que enfrentan las compañías para lograr esa transformación de manera exitosa son: presupuesto (59,2%), falta de cultura (57,1%), desconocimiento (55,4%), y falta de un modelo de negocio claro (36,5%). Lo anterior indica que la cultura cumple un papel esencial en la incorporación de la transformación digital.
Los procesos financieros, de comunicaciones, comerciales y de servicio al cliente, gestión humana, riesgos, mercadeo y en general de todas las áreas de la organización pueden verse favorablemente impactados por la integración tecnológica. Por ende, los públicos de interés de la compañía, especialmente los clientes, serán los mayores beneficiarios de esta transformación, con lo que se generan relaciones de ganancia en doble vía: gana la organización y gana la sociedad.
Finalmente, es importante destacar que el entorno siempre va a ser dinámico por lo que la flexibilidad y capacidad de adaptación son características claves a potenciar en las organizaciones con el fin de tener procesos con menos fricción y más eficientes. Asimismo, puntualizando en la transformación digital quisiera apuntar que es necesario recordar que es la tecnología la que debe estar al servicio de las personas, no al revés.