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El informe, que se presentó por el Centro Internacional Santander Emprendimiento (Cise), la Asociación RED GEM España, la Fundación Rafael del Pino y Banco Santander, a través de Santander Universidades, asegura que la Tasa de Actividad Emprendedora (TEA), que mide las iniciativas con menos de 3,5 años de vida, continúa con el incremento que comenzó en 2014, alcanzando 5,7%, lo que permite percibir una cierta mejora en las oportunidades para iniciar un negocio.
Un porcentaje que supone cierta estabilidad en estos años en los que el entorno económico no ha acompañado, pero están aún por debajo de los que se registraron antes de la crisis, entre 2006 y 2008, cuando la TEA llegó a superar 7%. Unos valores que, además, hacen que España permanezca por debajo de la media de los países impulsados por la innovación (que rondan 8,5%), pero por encima de otros como Italia o Alemania.
El estudio también refleja el cambio de guión del emprendimiento en España que, a comienzos de la crisis, repuntó movido por la necesidad y ahora la tasa más alta corresponde a emprendedores por oportunidad. Aun así, el perfil tipo de los nuevos negocios que se generan en España corresponde al de una empresa de pequeño tamaño (entre uno y tres empleados), que presta servicios a consumidores locales, con poca vocación innovadora y sin aspiraciones de internacionalización.
Cambio en la mentalidad
Un bache que habría que superar. Y generar una cultura start up sería la mejor solución. Eso sí, no a corto plazo. Habría que salvar escollos tan enraizados en la sociedad como la aversión al riesgo que produce conclusiones como las obtenidas en el informe que podría evidenciar que la sociedad española tiende cada vez a valorar menos el éxito de las personas emprendedoras.
Esta es una explicación que podría estar vinculada al costo beneficio que ello supone o tal vez, también, porque emprender es visto como una profesión con mayor riesgo.