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LABORAL

Cómo gestionar una vida personal que no tenga nada que ver con la esfera profesional

sábado, 26 de marzo de 2022

Expertos recomiendan no dedicar demasiado tiempo a la visibilidad, pues no conviene tener una vida en redes alejada de la realidad

Expansión - Madrid

No habría necesidad de teletrabajar; ni existiría la preocupación por los horarios, el presentismo o las jornadas interminables (reuniones inútiles incluidas). Tampoco se producirían situaciones de tensión con los jefes o los compañeros de oficina, ni siquiera con los más tóxicos. Ese podría ser el escenario de nuestra vida laboral y personal si estuviéramos en el mundo que presenta Separación (Severance), una de las series estrella que emite Apple TV, dirigida por Ben Stiller e interpretada por Adam Scott, Patricia Arquette, John Turturro o Christopher Walken, que plantea una división radical -como si de mundos estancos se tratara- entre la esfera personal y la faceta profesional.

Cuando hace unas semanas Variety entrevistó a Dan Erikson, creador de la serie, este reconoció que la idea le vino a la cabeza durante una época en la que trabajaba de nueve a cinco en un empleo rutinario que le llevó a bloquear en su mente esa parte del día por completo y poder desconectar al terminar. Aquel empleo en una pequeña oficina sin ventanas, "dedicado a tareas extrañas, sin sentido y repetitivas", le hizo desear no tener que experimentar las próximas ocho horas de trabajo y desvincularse de esa tarea cada día al volver a casa.

Erikson declara que Separación nació de su propia "miseria corporativa". Y así, sus deseos se convirtieron en el guión de una serie que, según los expertos, critica las dinámicas actuales de trabajo, y en la que Mark Scout (interpretado por Adam Scott) trabaja para Lumon Industries sin saber muy bien en qué. Allí todos los empleados se han sometido a una operación quirúrgica que separa sus recuerdos del trabajo de los de su ámbito personal, creando una "conciliación laboral extrema" en la que el yo profesional no sabe quién es fuera de la oficina, y el yo personal no tiene ni idea de en qué ni dónde trabaja su gemelo laboral.

Separación extrema

Esta ficción que plantea la posibilidad de separar definitivamente la vida laboral de la profesional podría ser el sueño de los que anhelan una nueva forma de trabajar, con una flexibilidad nunca vista. Pero no es oro todo lo que reluce y, desde luego, resulta prácticamente imposible.

Jesús Vega, experto en recursos humanos, cree que "no es bueno separar completamente ambas esferas. No hay un yo profesional y un yo personal. Esto sería irreal y pernicioso. Esta separación extrema entre la vida laboral y la personal resulta imposible para los autónomos y los directivos de alto nivel; sería probable para algunos profesionales; y es, por definición, posible en el caso de los funcionarios".

Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, insiste en que "un profesional, antes que profesional es persona. Y cuanto más pleno y sereno se sienta, mejor desempeño tendrá. Separar de entrada el yo profesional del personal es un artificio lingüístico, y resulta imposible, aunque en psicología se dice que jugamos diferentes roles (hijo, padre, marido, profesional). Y en ese sentido, se juega un rol en el trabajo y otro diferente en la vida privada, más como amigo o como padre. Pero hay un común denominador".

Peñalver deja claro que los diferentes yo deben estar relativamente cercanos, como dos esferas que se yuxtaponen y que tienen una zona común muy grande. Y añade que "en los extremos hay gente que se disocia en un entorno respecto del otro. Aquí una personalidad no sabe nada de la otra. Y eso es patológico".

El socio director de Isavia explica que "adaptarse a diversas situaciones implica que uno es camaleónico y que no sólo se adapta al trabajo, sino que en diferentes puestos, o con diferentes interlocutores en un mismo trabajo puede mostrarse de formas relativamente diferentes. La flexibilidad está bien, pero cuanto más cercanos estén ambos roles -personal y profesional- alrededor de un único ser o yo profundo, mejor".

Conexiones posibles

Jesús Vega introduce la idea de qué puede ocurrir con la contaminación que implica llevarse lo malo de una esfera a otra, y advierte de que esa contaminación negativa impide disfrutar de cualquiera de los dos ámbitos. Añade que "si a un trabajo se le quita el estímulo, tenemos un problema; y si alguien se lleva a su casa lo peor de su trabajo y no se despoja de esa negatividad, tiene un problema. La falta de estímulo es lo peor que le puede pasar a una persona".

Sobre aquellos que se llevan la parte negativa a su casa Silvia Leal, experta en tendencias y tecnología, cree que esto sólo tendría una parte positiva si consiguiéramos que ambas esferas estuvieran separadas: tal situación reduciría muchos conflictos familiares. También reduciría los conflictos con un jefe tóxico o con los colegas de trabajo. Y aquí es donde conviene señalar que en una realidad que mezcla lo laboral con lo personal, hay expertos que creen que los amigos en el trabajo suponen un factor estratégico que impulsa la productividad. Algunos estudios revelan que un buen amigo en el puesto habitual incrementa la satisfacción profesional en un 50%; y otros sugieren que tener un "mejor amigo" en el trabajo lleva a ser siete veces más proclive a estar comprometido y enganchado en el puesto que a uno le corresponde.

Silvia Leal hace referencia a otra cara de la moneda: "Muchas personas llegan a casa cada día con ilusiones y ganas de crecer profesionalmente. La familia puede apoyar en eso y supone una ayuda para resolver problemas. No es bueno que no se puedan llevar esas ilusiones al ámbito privado".

Andrés Pérez Ortega, consultor en estrategia personal, recuerda que "hay empresas que limitan o prohíben más o menos explícitamente que un profesional tenga un blog, que participe en alguna conferencia o incluso que asista a eventos de networking". Pérez se pregunta si un profesional tiene derecho a hablar de su profesión (no de su trabajo o su empresa) en su tiempo libre, y plantea si debería olvidarse de hablar de ello fuera del horario laboral, o si puede borrarse esa afición de su cabeza al salir de la oficina. Cree que "las redes están llenas de ideas buenistas que nos dicen que somos mejores en aquello que nos apasiona, pero si esa pasión o afición sólo se puede ejecutar de nueve a cinco, cabe preguntarse si no estaremos tratando de separar ambos mundos". Añade que "si un profesional tiene aficiones, relaciones o habilidades en su vida privada que puedan mejorar su trabajo, no conviene privar a su empresa de una riqueza importante".

Silvia Leal pone el ejemplo de Steven Scott Crump y su esposa, Lisa, fundadores de Stratasys y pioneros de la impresión 3D, que lograron desarrollar esta compañía que hoy es dueña de más de 600 patentes en este campo por "llevarse el trabajo y las ilusiones a casa": lo que comenzó con la figura de una ranita de juguete para su hija se convirtió en un emporio de la innovación. Silvia Leal concluye que "si uno no lleva lo personal al trabajo, no innova de la misma manera"; y añade que "si alguien es capaz de no trasladar la parte negativa personal al trabajo, llegará más motivado a la oficina. Ese tipo de personas y ese tipo de enlace entre lo personal y lo profesional incrementan en un 29% la rentabilidad respecto de la competencia, y favorecen que haya un 44% más de posibilidades de que una compañía que está en números rojos salga de esa situación".

Andrés Pérez cree que "los compartimentos empobrecen", y recuerda que "la creatividad surge de la combinación de elementos dispares. Tratar de colocar las múltiples facetas de una persona en casilleros impide que se produzca una polinización cruzada, reduce la posibilidad de sintonizar con colegas, clientes o jefes al no poder hablar de aficiones comunes; y hace el trabajo mucho menos eficiente, al bloquear opciones que podrían estar más allá de un cubículo".

Aproximándose levemente a ese escenario de ficción que plantea Separación, Pérez recuerda que "durante los años de la burbuja tecnológica se extendió una cierta paranoia en algunas multinacionales con respecto a la información que podía filtrarse al exterior. En alguna empresa incluso se penalizaba a quienes no dejaban su mesa despejada al finalizar la jornada. Hoy sigue habiendo algo de esto y se dan órdenes (incluso bajo contrato) a los profesionales de más nivel para que eviten hablar de nada de trabajo fuera de la empresa. Y hay profesionales que han evitado a toda costa compartir cualquier tipo de información personal (estado civil, hijos, incluso aficiones) para que no se utilice en su contra. Por ejemplo, una persona soltera podría ser despedida en una reestructuración con menos 'pena' que otra que tenga hijos. En ambos casos hay un elemento común: el miedo a que lo que pertenece a un ámbito pueda generar problemas si sale de la burbuja. Lo que ocurre es que, salvo que se crearan los compartimentos estancos de Separación, la posibilidad de que esa información, opinión o proyecto salga a la luz nunca será nula".

No se puede ocultar...

Andrés Pérez recuerda que "solía decirse que Internet y las redes sociales no son más que un reflejo del mundo real, y es cierto. Además, lo hace visible y difumina las fronteras entre lo personal y lo profesional y lo hace más difícil de separar. Una actividad más o menos lúdica de la empresa, una entrega de premios o un training outdoor se pueden compartir en redes personales e, igualmente, cualquier actividad puede ser y será vista por alguien relacionado con el trabajo. Y todo puede ser interpretado. No hace falta aparecer en una fiesta para que te posicionen y etiqueten de forma inadecuada. Si cuentas que te gusta el senderismo en solitario, el responsable de recursos humanos podría considerar que no sabes trabajar en equipo".

Visibilidad e identidad

Plantear la separación entre nuestra esfera personal y la vida laboral nos lleva a concluir que hay aspectos y realidades cada vez más difíciles de ocultar. Por ejemplo, esconder que uno está parado, con la esperanza de que eso le pueda favorecer en un proceso de selección o en la búsqueda de empleo, no tiene hoy mucho sentido. La marca personal que uno construye y la actividad que refleja está visible las 24 horas.

Disimular u ocultar un estado o situación laboral (buena o mala) resulta prácticamente imposible en un escenario profesional en el que las redes sociales son una ventana abierta casi imposible de cerrar.

La identidad que generamos y la actividad que desarrollamos no se puede detener cuando nos conviene, y si uno se queda en paro será casi imposible ocultar esa realidad, ya que una repentina caída de la actividad en las redes, o cualquier cambio que quede reflejado en ellas desvelará la situación real de esa persona-profesional.

En este sentido, Andrés Pérez opina que "nadie debe considerarse parado en el entorno laboral actual. Es mejor hablar de profesional sin clientes, y se debe romper con las etiquetas administrativas que nos definen: 'empleado', 'desempleado', 'autónomo' o 'emprendedor' son etiquetas burocráticas que se han convertido en mentales".

Si planteamos la cuestión de separar vida profesional y laboral también tendremos que entrar en el terreno de la visibilidad. Parece evidente que los reclutadores que seleccionan a los mejores candidatos para un puesto tienden a utilizar cada vez más las redes sociales para comprobar los datos, rastrear engaños, verificar perfiles y asegurarse de la idoneidad de los aspirantes. Con todo esto, hay que tener en cuenta que lo que uno hace y dice en las redes tiene impacto en su carrera profesional y en su empleo.

Los expertos recomiendan no dedicar demasiado tiempo sólo a la visibilidad. No conviene tener una vida en las redes alejada de la realidad, porque eso no nos hará mejores profesionales. Crearse una identidad virtual y un personaje falso nunca compensa, y es necesario manejar las redes sociales sin olvidar el mundo real.

Librarse del 'siempre on'

La ficción de Separación y ese escenario de mundos estancos podría ser un alivio para quien odia la situación de disponibilidad de 24 horas a la que ayuda la tecnología. Es una realidad que cada vez más organizaciones fomentan una mentalidad de estar siempre on, y ya desde mucho antes de la pandemia de coronavirus se analizaba si se considera mejor a un profesional por responder a un correo del jefe en cuestión de minutos, incluso por la tarde o los fines de semana. También preocupa desde hace tiempo si los directivos de una compañía esperan que los trabajadores estén a sus órdenes nada más llamarles; o qué comportamientos son deseables cuando se trata de disponibilidad y capacidad de respuesta y cuáles no. Y qué acciones se recompensan.

Sin olvidar que la disponibilidad las 24 horas trae consigo el debate sobre los métodos de control que pueden establecer las organizaciones para fiscalizar, y medir el tiempo y la productividad de sus empleados, algo que implica unos límites éticos, jurídicos y laborales.

Estar o hacer

Si fuera posible separar totalmente la vida profesional de la personal, también cambiarían muchas cosas en lo que se refiere a la mentalidad presentista y la obsesión por estar. Hay quien identifica a las personas que dan la imagen de permanentemente ocupadas como el equivalente humano de un 7-Eleven, mientras que aquellos verdaderamente productivos se asocian a los que saben cuándo es el momento de cerrar la puerta, o la tienda.

La conclusión es que la profesionalidad ya no se mide sólo por el tiempo que uno pasa en su lugar de trabajo. La evaluación de un profesional y su retribución se han de relacionar con la consecución de resultados. Un falso ocupado encajará cada vez más tareas en su jornada, sólo para terminar moviendo la mayoría de ellas al día siguiente. Esta clase de profesionales viven cómodos en un hábitat de falsa eficacia y multitarea improductiva. El realmente eficaz gestiona su actividad de forma cuidadosa.

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