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Analistas 25/11/2016

Renovada apuesta por la industrialización

Núria Vilanova
Presidente de ATREVIA
La República Más
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El modelo de crecimiento económico de América Latina en general y de Colombia en particular parece haber tocado techo. La actual ralentización (y ya plena crisis en países como Venezuela, Brasil y Ecuador) indica que se ha acabado el auge vivido durante la “década dorada” (2003-2013), basado en la exportación de materias primas (petróleo en el caso colombiano) a precios elevados. Las exportaciones de minerales (carbón, esmeraldas, petróleo y derivados) llegaron a representar 44% de las ventas externas de Colombia y la posterior caída del precio de los hidrocarburos y los minerales ha puesto sobre la mesa una evidencia: que el país sigue atado a las materias primas y a una cartera de productos poco diversificada, con escaso valor añadido, a la vez que dependiente del vaivén de la tasa de cambio.

Ante esta constatación, la del fin de un modelo de desarrollo, la pregunta es cuál podría ser el nuevo esquema económico por el que apostar. América Latina, y Colombia no es una excepción, ya ha vivido otros momentos similares: el de la apuesta por la exportación de materias primas (el café en el siglo XIX y el petróleo en el XX) o el de la industrialización por sustitución de importaciones tras la II Guerra Mundial. Ambas, como la actual, sirvieron para desarrollar al país, pero contenían limitaciones. Depender de las commodities ha mostrado ser (tanto tras la crisis de 1929 como hoy) una apuesta arriesgada, de alta volatilidad y que produce escasos encadenamientos productivos. A la vez no favorece que el país sea más competitivo ni contribuye a diversificar y modernizar la estructura socioeconómica. 

Sin  renunciar a las riquezas naturales (es necesario seguir exportando materias primas, a ser posible con mayor valor añadido), en la actual coyuntura la industria se perfila como uno de los sectores que puede empujar a la economía. De hecho, ya lo está haciendo: ante la caída del precio del petróleo, el crecimiento del sector manufacturero colombiano duplica el que registra la economía en conjunto. En el primer trimestre de 2016 el PIB creció a 2,5 % y el de la industria lo hizo a 5,3 %. Todo ello sitúa a la industria como sector líder y motor de la economía, junto con el comercio, el turismo y los nuevos emprendimientos agroindustriales. Como sostiene el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, “aquí estamos tratando de construir una nueva economía, ya no tan dependiente del petróleo”.

De todos modos, si para algo sirve la experiencia, es para saber que no se debe a políticas de industrialización por sustitución de importaciones. Ahora se requiere otro tipo de políticas públicas que incentiven la industrialización pero sin caer en el proteccionismo, los subsidios ineficaces que contribuyen a crear una industria poco productiva y escasamente competitiva, la cual desaparece cuando se abren los mercados o cuando el Estado no puede subvencionarla.

Por el contrario, las políticas públicas deben ayudar a construir un marco de confort para el desarrollo industrial. Fortaleciendo las herramientas de promoción para la industria (aumentando los créditos, el apoyo y la asesoría de los diferentes organismos de la administración a las empresas). O dando respaldo financiero (ahí resultan claves organismos como Bancóldex, Procolombia o Fontur) y fiscal (a través de una reforma tributaria estructural favorable a los negocios). Esas políticas industriales buscan apoyar la diversificación y la especialización apostando por los encadenamientos productivos para que un sector industrial diversificado se inserte en las cadenas de valor regional y mundial.

En resumen, se abre un período propicio para impulsar una política que convierta a la industria en uno de los ejes de la economía colombiana en el actual marco de estabilidad macroeconómica y jurídica, con el siempre necesario y continuado apoyo a la formación de capital humano.

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