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Cuando Maradona entrenó futbolistas de San José del Guaviare

miércoles, 18 de diciembre de 2013
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Gustavo Gómez Córdoba

Los cataríes son las personas más felices del mundo: viven en un país en donde no hay impuesto a la renta, ni gravámenes al patrimonio, ni IVA, ni 4x 1000… ¡ni siquiera peajes! Cero impuestos, excepto a los licores, y tan elevados que una Cuba Libre, con más Coca-Cola que ron, puede costar $50.000.

Hay que comprar el alcohol en los hoteles, en sus bares y restaurantes, que son los únicos sitios donde se expende de manera legal (el consumo público está prohibido). En Qatar no hay impuestos, pero tampoco trago fácil para celebrar la envidiable abstinencia tributaria.

El país, al que llegué como acompañante de 16 jóvenes futbolistas aficionados de San José del Guaviare, es tan pequeño que cabría cinco veces en Guaviare (cuya población habría que multiplicar por 18 para igualar a la de Qatar). En términos geográficos, es una península enclavada en las aguas del Golfo Arábigo, el mismo que en Irán llaman Pérsico, y “casada”, por tierra, con Arabia Saudita, país vecino donde se vive el islamismo de un modo más estricto y en el que las mujeres ni siquiera pueden manejar (aunque lo hagan divinamente).

Qatar experimenta un islamismo más “flexible”, producto, entre otras cosas, de que el 80% de su población es de extranjeros. Paola Castro, una colombiana que es supervisora del Departamento de Patrocinios de la Liga de Futbol de Qatar, y que fue clave en el éxito de la visita, me recuerda que hay compatriotas por todas partes, especialmente pilotos que trabajan para las aerolíneas de la región, arquitectos e ingenieros, médicos especialistas cantantes, músicos y, en Emiratos, soldados en las fuerzas de defensa (cuyo éxodo, y con razón, incomoda al estamento castrense colombiano).

Los deportistas del Guaviare llegaron como parte de Diplomaci Deportiva, un programa de la Cancillería que puede resumirse así en castellano: llevar jóvenes, sobre todo de departamentos con presencia de guerrilla y bandas criminales, a intercambios deportivos y culturales; muchachos que deben tener, además de las condiciones atléticas, un desempeño académico notable.

Gracias al programa, 600 niños y adolescentes han podido salir de Istmina, Apartadó, Tadó o Samaniego a entrenarse y jugar en Australia, Francia Turquía, Rusia, Estados Unidos y un largo etcétera. En esta ocasión, estuvieron acompañados por Pedro Aguirre y Francisco González, de la Cancillería, y Dixon Moya y Camilo Ramírez, de la embajada en Emiratos Árabes Unidos (EAU), así como por Miguel Bueno y Heriberto Gutiérrez, sus entrenadores departamentales.

En este, el último gran viaje de Diplomacia Deportiva del 2013, entrenaron con profesionales de Aspire (asombroso complejo deportivo donde profesores de 50 países trabajan con nóveles deportistas, en instalaciones que superan los 290.000 metros cuadrados) y pudieron jugar partidos con equipos sub-17 integrados por cataríes y extranjeros, como el Lekhwiya. También visitaron el estadio del Al-Sadd (donde conocieron al delantero español Raúl González), uno de los catorce equipos de la liga profesional de Qatar, y estuvieron en primera fila para un partido entre el Al-Arabi y el Al-Gharafa, cuyo entrenador es el inmortal Zico, con justicia llamado el “Pelé blanco”.

De Qatar, pasamos a Abu Dabi, el principal (y más rico en petróleo) de los siete Emiratos Árabes Unidos, donde la gasolina vale tres veces menos que en Colombia. Los otros seis son diminutos y poco familiares en esta parte del mundo, con excepción de Dubai, esa especie de Nueva York emiratí donde en cada esquina está la cosa más alta, más cara o más costosa, pues todos allí parecieran presa de una obsesión por tener lo más de lo más.

Los Emiratos, que celebran por estos días sus 42 años de independencia, recibieron a los futbolistas de Guaviare en pleno invierno (que allá es de 33 grados centígrados; en julio, el verano puede llegar a los 50 y nadie pasa más de cinco minutos en la calle antes de derretirse). Gracias a un gasto de 250.000 galones diarios de agua desalinizada, los EAU son más verdes que Qatar y, por lo general, tan verdes como los dólares.

En este mundo donde el aire acondicionado es la primera autoridad después de los emires, escasean los andenes: las ciudades no están pensadas para peatones, que poco se ven en un país en el que diera la sensación de haber más Toyotas que personas. En los centros comerciales las mujeres van un poco menos cubiertas que en Qatar y, entre sus lujos y los de las de Doha, se tiende una autopista de 296 kilómetros, de cuatro y a veces cinco carriles a lado y lado, en la que hay espacio para todo, menos huecos.

Abu Dabi y Dubai les abrieron a los deportistas de Guaviare las puertas de un mundo para ellos ajeno y magnético: excursión al desierto en camionetas 4x4 que cuelan y derrapan sobre las dunas; camellos al alcance de la mano; visita al Ferrari World, el parque temático techado más grande del mundo, en donde, además, montaron en la Fórmula Rossa, la montaña rusa más veloz (240 km/h) y en la que experimentaron la mitad de la Fuerza G que soportan los astronautas en un despegue; una mañana entera deslizándose en los toboganes del Yas Water World, parque acuático con 43 atracciones y tanta agua como uno supone no hay en todo el país; y, además, visita a la Spanish Soccer School, una escuela de fútbol liderada por el exgaláctico Michel Salgado.

El plato fuerte… (anotando aquí que tabbule, mutabal, humus, tagine y falafel se entendieron, todos ellos, más bien poco con los estómagos de los guaviarenses)… el plato fuerte, repito, fue el encuentro con Diego Armando Maradona. El milagro de poner al “Pelusa” frente a los colombianos, lo logró el embajador en EAU, Roberto Vélez Vallejo, gracias a la gestión de su colega de Argentina, Rubén Eduardo Caro. Con el respaldo del Consejo de Deportes de Dubai, se concretó la cita y Maradona, sentado en un balón sobre la gramilla, le recordó a su hipnotizado público que el peso de la fama hay que saberlo sobrellevar y que es a la pelota a la que él le debe todo.

“Cuando comencé”, les dijo, “en lo único que pensaba era en comprar la casa a mi madre, y eso lo tienen que saber ustedes: la casa para la vieja, la familia, es lo que tenemos siempre”. Después de la charla, los organizó, les hizo un entrenamiento relámpago y los puso a jugar fútbol. “Ojalá yo hubiera tenido la oportunidad que les han dado a ustedes”, confesó. “Yo cruzaba la vía del tren y era otro mundo y, ustedes, ¡de Colombia pasan a Dubai!”.

Y, de Dubai, nuevamente a la vida real, a la de Guaviare (tras más de 24 horas de avión y aeropuertos), pero con una cantidad de tesoros grabados en el alma gracias a Diplomacia Deportiva y a la terquedad de la canciller María Ángela Holguín, una convencida de que la diplomacia que transforma al mundo comienza precisamente en Colombia, donde hay que evitar que los niños sean atraídos a las fronteras de la ilegalidad.

La Diplomacia Deportiva está libre de lagartos, de recomendados, de sapos por tragar, de llamadas a consultas y de notas de protesta. En ella el ejercicio diplomático lo ejercen y aprovechan los jóvenes colombianos. ¿Puede haber una diplomacia más halagüeña y más útil? La respuesta es laa. ¡Y laa, obvio, es no en árabe!

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