En buena parte de América Latina la falta de agua potable es enfermedad crónica. ¿Por corrupción, incapacidad, indiferencia de los gobiernos nacionales?
Es un conjunto de factores, en América Latina están algunos de los principales productores de recurso hídrico a nivel mundial, Colombia es el sexto. Un aspecto tiene que ver con la gestión del agua, que está excesivamente fragmentada. Los que manejan las cuencas, los que velan por los equilibrios hídricos, no están relacionados con quien prestan el servicio o la transporta. En el caso de Colombia se ha venido requiriendo un Ministerio de Agua que unifique ese tipo de aspectos.
¿Sirve para algo?
Sirve para tener la foto completa y mucho más clara de todo el ciclo del agua, hasta que uno la consume, cómo la reciclas y la vuelves a meter en el sistema y aseguras la disponibilidad. Y está el problema de contaminación de las fuentes. La calidad del agua en algunos países es baja porque echan a las cuencas residuos de todo tipo.
El gobierno colombiano regala casas en poblaciones que no tienen planta de tratamiento de aguas y botan todo al río. ¿Es razonable dar casas antes que hacer una planta?
No tiene mucha lógica, sobre todo cuando estás planificando poblaciones de determinado tamaño, con vivienda permanente, y no tiene resuelto el ciclo del agua, cómo la vas a proporcionar y cómo vas a tratar el agua sucia que se produce, que es otro problema.
Si cada día llueve menos en áreas como los Montes de María, ¿no es mejor olvidarnos de la agricultura en esas zonas y pensar en otras economías?
En las agriculturas extensivas o para exportación, posiblemente sí. Pero en agricultura adaptada al tipo de suelo y con agua que haya para consumo local, y garantizar seguridad alimentaria, no tiene por qué. Hay casos como España e Israel, con muchísima menos posibilidad de agua, y están produciendo alimentos de primera calidad y altísimo nivel de eficiencia.
En Colombia, con miles de cuencas hidrográficas, es impensable que no se pueda poner en bajo riego determinada tierra.
Llevamos meses con El Niño y no se ahorró energía ni agua. ¿Qué hacer para que aprendamos?
Mucha campaña y previsión. Contamos con suficiente tecnología para conocer los efectos de fenómenos como El Niño y hace falta concientizar a la gente de que cada gota de agua es necesaria, cada gota hay que cuidarla. Piensen que entre la contaminación, el crecimiento de población, fenómenos como El Niño, el cambio climático, se va a reducir un 25% la disponibilidad de agua por persona en los próximos 15 o 20 años. En los últimos años, las posiciones geoestratégicas de países y empresas tienen que ver con el agua, no con el petróleo, y las últimas misiones espaciales van por ahí.
¿Es exagerado pensar que abandonarán Lima o México D.F. por falta de agua?
O cambian muchísimo o tendrán que buscar alternativas drásticas de racionamiento, de uso, y de unos precios que hará que la gente se vaya a otros lugares porque no podrá pagar el agua en esas ciudades.
¿Qué se puede hacer?
Evitar la fuga y el desperdicio de agua. Si no se hace es porque no existen incentivos ni presión, aunque repercute en las facturas, para que una determinada empresa o gestor haga una inversión y evite las fugas.
Parece increíble que la mitad del agua se pierda en las tuberías.
Es por falta de mantenimiento. Entre los países que más reutilizan el agua y evitan las fugas, Israel es el principal. Tiene cero fugas y hace un 75% de reciclaje del agua que utilizan.
La mayor catástrofe ambiental de Colombia se llama corrupción; de pronto ellos no la sufren.
La detección de fugas es muy simple y es cambiar tuberías antiguas por nuevas. En La Paz, Bolivia, están haciendo una revisión al sistema de cañería para acabar con fugas, que eran del 62%, y en Lima construyen los nuevos barrios con una lógica que las evita.
Mientras la gente abra la llave y salga agua, pensará que la sequía es de otros.
Sí, pero debemos emprender una campaña de educación muy rígida con el lema: cada gota cuenta, no malgastes una sola.
