Los eventos que hemos presenciado, como los incendios en Australia, la plaga de langostas en el África, el aumento de huracanes y sequías, el deshielo de los polos, evidencian la afectación y las respectivas consecuencias que como humanidad venimos enfrentando por nuestra falta de acción frente al cambio climático.
Sin embargo, no se puede negar que hemos venido ganando conciencia y que el debate cada vez es más nutrido. En este confluyen diferentes actores como la academia, los reguladores, los organismos internacionales y el sector empresarial, con un papel especialmente activo por parte de los inversionistas institucionales.
Los inversionistas reconocen cada vez más que el calentamiento global y los riesgos climáticos tienen implicaciones financieras en el desempeño de sus portafolios. Lo anterior se traduce en acciones específicas que toman relevancia en el mercado, como las prácticas de inversión responsable, entendidas como la estrategia que incorpora aspectos ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG) en las decisiones de inversión y en el activismo de los inversionistas en el mercado.
Por otra parte, las organizaciones sin ánimo de lucro que trabajan estos aspectos, y los organismos internacionales como la Ocde, vienen resaltando la importancia de una debida gestión de los riesgos climáticos por parte de las juntas directivas, y las consecuencias legales que pueden asumir los miembros de estos órganos de gobierno. Y los investigadores en economía financiera, poco a poco empiezan a desarrollar una agenda que permite poner en evidencia las consecuencias económicas y la manera como esta realidad afecta las empresas.
En una de las publicaciones más recientes del Centro de Estudios en Gobierno Corporativo del Cesa, analizamos la atención que prestan los inversionistas a los aspectos de cambio climático en el contexto de la oferta inicial de criptomonedas (initial coin offering o ICO, por sus siglas en inglés). En un ICO, las firmas emprendedoras crean criptomonedas y las venden a inversionistas externos para conseguir los recursos que necesitan para desarrollar sus proyectos.
Las cifras que se recogen a través de estos emprendimientos son relevantes. Por ejemplo, más de 5.700 ICO recogieron US$27 billones entre 2017 y 2019. Existen ICOs de todo tipo, pero en la investigación en mención, concentramos la atención en aquellos que son medioambientalmente amigables, y que trabajan en aspectos como uso eficiente de recursos naturales, reducción de emisiones, reutilización o reciclaje de materiales, y conservación de la biodiversidad y los ecosistemas, entre otros.
La investigación muestra al menos dos resultados interesantes. Primero, la actividad de búsqueda en Google de la expresión “calentamiento global” impacta de manera positiva y significativa el éxito de los ICOs amigables con el medio ambiente, medido como la cantidad de dinero invertido por los inversionistas. Esto es consistente con el argumento que sostiene que la preocupación por aspectos de cambio climático lleva a los inversionistas a prestar mayor atención a los emprendimientos que buscan una relación adecuada con el medioambiente.
El segundo hallazgo, es que la creciente atención que prestan los inversionistas a los aspectos relacionados con el cambio climático, lleva a que los emprendimientos amigables con el medioambiente tengan una menor probabilidad de fracaso. Es decir, la atención de los inversionistas a estos aspectos genera una especie de supervisión o disciplina de mercado que lleva a los equipos de alta gerencia en los ICOs amigables con el medio ambiente a ser más efectivos en su gestión.
En general, la investigación demuestra que los aspectos de cambio climático, y específicamente, de calentamiento global, son relevantes en el contexto empresarial, y especialmente, afectan la capacidad de las empresas de conseguir financiación. Los recursos que proveen los inversionistas serán cada vez más complejos de conseguir para las compañías que no busquen un balance entre los aspectos económicos, sociales y ambientales.
La inversión responsable será cada vez más frecuente, especialmente porque los inversionistas buscan gestionar de manera adecuada los riesgos que, al no ser atendidos, pueden afectar de manera significativa el retorno sobre su inversión en el largo plazo.
Codirectora del Cegc - Cesa
*En coautoría con Alexander Guzmán Vásquez, codirector del Cegc - Cesa.
