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En el mundo de la innovación, el término deeptech se hace campo para referirse a tecnologías disruptivas que emergen de un largo horizonte de avances de la ciencia básica o fundamental que busca explicaciones de la naturaleza sin la pretensión de aplicaciones concretas, mueve la frontera del conocimiento y posibilita una amplia gama de usos. No son simples aplicaciones incrementales que tradicionalmente marcan la innovación, sino saltos que redefinen industrias y mejoran radicalmente la vida humana. Pero ¿cómo surge una deeptech? La historia de la resonancia magnética nuclear (RMN), como resultado de setenta años de avances teóricos en la física cuántica que posibilitaron la aparición de la resonancia magnética médica (MRI), es un ejemplo perfecto.
Todo comenzó en 1897 cuando Joseph Larmor formuló una ecuación que relaciona la frecuencia de precesión -movimiento de rotación- de un electrón en un campo magnético con la intensidad de dicho campo, un hallazgo puramente teórico. En los años 30, Isidor Rabi investigó las propiedades magnéticas de los núcleos atómicos en la frecuencia de Larmor, descubriendo matemáticamente cómo los núcleos responden a la emisión de radiofrecuencia. En publicaciones independientes en Physical Review en 1946, los grupos de investigación de Felix Bloch y de Edward Purcell ampliaron este avance, demostrando que los núcleos podían emitir radiación al cambiar de estado energético. Así nació la espectroscopía por resonancia magnética nuclear, una herramienta que revolucionó la investigación en fisicoquímica al permitir observar la estructura interna de una molécula sin romper sus enlaces.
En los años 70, Paul Lauterbur y Peter Mansfield imaginaron que esas señales de frecuencias controladas en campos electromagnéticos podían convertirse en imágenes tridimensionales del interior de cualquier material, incluido el cuerpo humano. Lo que empezó como curiosidad científica sobre la radiofrecuencia en el comportamiento del átomo dio lugar, en medio siglo, al surgimiento de la resonancia magnética médica, hoy indispensable para diagnósticos no invasivos que permiten salvar millones de vidas.
Este recorrido ilustra que la emergencia de una deeptech se debe a décadas de investigación básica y a experimentos de laboratorio. Sin la investigación fundamental de Larmor, Rabi, Bloch y Purcell, Lauterbur y Mansfield no tendrían los empresarios un terreno fértil para innovar. Cada avance fue una pieza que se encajaba en un rompecabezas que nadie podía prever en su totalidad. No conozco ninguna predicción o pronóstico -technological forecasting- que proyectara los avances de Rabi sobre la frecuencia de Larmor a un dispositivo médico tan revolucionario.
Por eso, un gobierno que asuma la ciencia con seriedad debe invertir en investigación básica y crear un ecosistema de laboratorios, capital humano y proyectos de largo plazo que aprovechen los avances científicos y tengan la capacidad de capitalizar las próximas revoluciones tecnológicas. La ciencia es una empresa global y los avances en todo el mundo alimentan las posibilidades de innovar. Pero si no se cuenta con sólidas capacidades en ciencias básicas, no se podrán aprovechar los nuevos descubrimientos para crear nuevas deeptech.
Para que Colombia pueda sacar provecho de sus ventajas en biodiversidad o de su experiencia en seguridad y defensa, por ejemplo, se requiere un gobierno convencido del valor de la ciencia, de que esta requiere paciencia, visión y compromiso a largo plazo. Así como la resonancia magnética nació de preguntas abstractas sobre los núcleos atómicos, jalonadas por la curiosidad científica por entender la naturaleza, mañana la computación cuántica, la biología sintética o los materiales avanzados podrían redefinir nuestra realidad al resolver preguntas de la ciencia básica.
No sabemos qué descubrimiento de hoy será la deeptech del futuro, ni qué grupo de científicos puede lograr convergencias entre los avances de las ciencias básicas para crear una deeptech. Por ello, Colombia requiere un nuevo gobierno que mire adelante y asuma esta forma de entender la innovación, invirtiendo decididamente en ciencias básicas.
Un paso en falso y, en las próximas décadas, criminales como Pablo Escobar, Carlos Pizarro o Manuel Marulanda podrían convertirse en los nuevos “héroes” de una Colombia delincuencial. Ojalá el país comprenda la magnitud del desafío
Es un recordatorio: Colombia también se ha construido desde la confianza, desde el ahorro, desde el servicio y desde la decisión de creer en la gente cuando más lo necesita. Eso fue Conavi