Y después de la guerra de los aranceles, ¿qué?

José Manuel Salazar-Xirinachs, secretario Ejecutivo de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe, Cepal, escribió en Project Syndicate, que América Latina debería adoptar una perspectiva a largo plazo sobre los aranceles, “debería profundizar la integración económica, centrarse en el intercambio de tecnología, la facilitación del comercio, la armonización de regulaciones, el desarrollo de cadenas de valor regionales y la creación de corredores logísticos (...) Cada país debería adoptar políticas de desarrollo que incrementen la tasa de innovación y el crecimiento económico”, debe, en suma, fortalecer la capacidad de previsión estratégica de la región, lo cual es casi una asignatura perdida en los últimos años en Colombia, particularmente.

“Este tipo de gobernanza anticipatoria exige estrategias a largo plazo que trasciendan los ciclos políticos, la planificación del desarrollo multiescenario, el diseño participativo de políticas y la agilidad institucional”. El Gobierno Nacional debería alejarse del modo pelea con el sector productivo y construir puentes para un plan a largo plazo, porque no se sabe la duración del nuevo régimen arancelario estadounidense en el futuro próximo.

“En un entorno tan volátil, la prudencia a corto plazo debe ir acompañada de ambición a largo plazo”. Hay que mitigar los riesgos inmediatos y, al mismo tiempo, implementar medidas con visión de futuro que refuercen su compromiso con el cambio. Con un enfoque en la diversificación, la integración, el desarrollo productivo y la gobernanza anticipatoria, la región puede aprovechar este período de incertidumbre para reposicionarse en el orden mundial emergente y acelerar su desarrollo”.

El asunto arancelario no es pasajero, será la piedra angular de las economías emergentes de cara a la sobreproducción de las naciones asiáticas que enfrentan la actual coyuntura siendo más competitivas. “La drástica ofensiva arancelaria del presidente Donald Trump, que no dejó a ningún país indemne, fue la mayor conmoción que ha afectado al sistema comercial mundial en al menos un siglo, poniendo en peligro pilares clave del multilateralismo y el orden internacional basado en normas.

Una semana después, intensificó su guerra comercial con China, incrementando los aranceles a las importaciones a más del 100%, pero suspendió las medidas para todos los demás países durante 90 días, aplicando un arancel fijo de 10% durante este período. Desde entonces, muchos gobiernos han contactado a Estados Unidos para negociar”. No obstante, la situación global sigue siendo incierta y excepcionalmente inestable.

En el caso colombiano se debe evitar medidas reactivas que podrían aumentar la incertidumbre en una economía cuyo socio principal es Estados Unidos; el rol de los ministerios -en cabeza de la Casa de Nariño- es “mantener la estabilidad macroeconómica, comunicarse con claridad con los mercados y reforzar la credibilidad institucional, esenciales para garantizar la confianza, además de implementar cambios estructurales -incluyendo el fortalecimiento de la capacidad de crecimiento, el aumento de la productividad, la reducción de la desigualdad y el fortalecimiento institucional- para escapar de las trampas del desarrollo”. Ahora que se avecina una campaña presidencial, debe haber un plan para enfrentar los viejos nuevos problemas comerciales.