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El exceso o defecto de normas se nota en el crecimiento de las economías y es responsable de la aridez de nuevos negocios, las “ías” deben entender su papel en el desarrollo económico
Para defender la propiedad privada y el libre comercio como pilares fundamentales de la economía de mercado, al tiempo que preservar la salud democrática, es necesario contar con una eficiente batería de buenas instituciones de control y vigilancia, como son las contralorías y las superintendencias, que no solo velen por el equilibrio de los mercados, sino que observen más que regulen la libre competencia para que los sectores económicos sean un verdadero caldo de cultivo de desarrollo y un fermento en donde el bienestar social florezca. En pocas palabras, hay que regular para crecer, no para frenar las ideas disruptivas con las que se transforma la economía.
A la luz de los resultados económicos comparados con similares países de la región, Colombia cuenta con un próspero modelo económico y social que ha demostrado su eficiencia en las dos últimas décadas muy a pesar de los problemas de orden público y de asignaturas pendientes como la corrupción, el narcotráfico y el descuido ambiental. La pobreza se ha reducido, la inflación se ha controlado y el crecimiento económico multidimensional presenta mejores indicadores. Claro está, aún nos falta por mejorar y en esa tarea la entidades de control y vigilancia tienen mucho que aportar.
Por ejemplo, la Superintendencia Financiera es un claro ejemplo de cómo se deben reinventar las “ías”, de tal manera que no asfixien a los controlados, al tiempo que cumplan con su deber constitucional de cuidar las asimetrías de los mercados. No solo eliminó la simplista y anacrónica prohibición de hablar por teléfono en los bancos, sino que avanzó con la circular 029 de 2019, que revoluciona las operaciones en el sistema financiero para mejorar la digitalización y permitir que los negocios financieros, que están moviendo el mundo, puedan prosperar.
Se está fortaleciendo la seguridad y la confianza del consumidor; hay una mejor experiencia del usuario financiero, y lo más importante, hay promoción de nuevas tecnologías. Cosas tan simples como obligar a modernizar los cajeros electrónicos con sistemas biométricos para jubilar las tarjetas plásticas y las claves personales que deberán ser remplazadas por el reconocimiento de voz, facial o de huella. El comercio electrónico no será exclusivo para las tarjetas de crédito y se ampliará el uso a tarjetas débito y otros tipos de pago a través de los nuevos códigos.
Esto es un ejemplo de quitar tanta regulación para hacer crecer los nuevos negocios y mejorar la experiencia de los consumidores. También se eliminaron cosas tan simples y obsoletas como el voucher firmado durante las compras con tarjetas débito y crédito no, y se le dio paso a la opción de pagos con códigos QR, dispositivos móviles, manillas, stickers, chips o cualquier tipo de mecanismo, incluso adoptado en el cuerpo humano, sin necesidad de una tarjeta plástica. Y finalmente, situaciones anacrónicas como las transacciones fallidas en las que se obliga a las entidad a reintegrar el dinero a la cuenta del usuario sin cobro por ello y la ampliación de los montos de retiros.
La nueva economía, la Cuarta Revolución Industrial, sólo se puede dinamizar si se adopta la realidad aumentada, el blockchain y la inteligencia artificial, pero sino se flexibilizan las normas, estas reglas obsoletas no dejarán crecer la economía digital.
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