Un Presupuesto de US$144.683 millones

Una de las bondades del análisis comparativo es que facilita la toma de decisiones y ayuda a entender los tamaños de los mercados, los negocios, la competencia, el desempeño individual, la capacidad de ejecución y el riesgo, pero ante todo compara varios puntos de referencia, que en administración se le conoce como benchmarking, técnica que mejora la competitividad, las eficiencias y estima el costo y el beneficio. En pocas palabras lo que no se mide -o no se compara- no progresa.

El Gobierno Nacional para sus últimos ocho meses de administración pública -entre enero y agosto, pues los cuatro meses restantes de 2026 serán para otro Presidente de la República elegido el próximo mayo-, puso en manos del Congreso un Presupuesto General de la Nación por $557 billones, el más alto de la historia, que cambiado en dólares de estos días de $3.890, dan la cifra similar a US$144.683 millones, monto muy parecido al PIB de países enteros, como Marruecos, por ejemplo, o el de República Dominicana, dependiendo del año de comparación según los datos del Fondo Monetario Internacional.

También se puede plantear que esos $557 billones pasados a dólares equivalen a la riqueza de Warren Buffett, el décimo hombre en la lista de los millonarios de Bloomberg, que ha amasado en una década de trabajo casi US$149.000 millones. Visto de otra manera, el Gobierno Nacional de turno dispone para sus gastos de funcionamiento e inversión, cada año, del PIB de Marruecos o de la fortuna de Buffett, una manera simple de tratar de evidenciar que es un monto enorme que se irá en pagar salarios de miles de funcionarios, las pensiones, los intereses de la deuda externa y muy poca inversión, y que para financiar ese monto tiene que acudir a una inoportuna reforma tributaria.

Claro que durante la negociación en comisiones económicas se ha bajado a $546,9 billones aceptando la propuesta del Ministerio de Hacienda de reducir $10 billones para suavizar una tributaria propuesta de $26 billones. No obstante, esos $546 billones es una cifra todavía muy grande que no tiene una financiación adecuada, al tiempo que la administración nacional no ha dado muestra ni de eficiencia fiscal ni ahorro del dinero público.

Si la mala herencia económica que dejará este Gobierno, déficit fiscal de 7% y deuda externa por encima de 60% del PIB, son asuntos de preocupación, debería recortar más el monto, no ahogar a las empresas ni a los trabajadores formales con más impuestos, y presentaría una estrategia de ahorro eliminando los ejércitos de funcionarios públicos contratados por prestación de servicios y cancelaría las oficinas y dependencias públicas sin resultados.

No es que el país sea pobre ni tenga el dinero suficiente para funcionar y pagar sus obligaciones, es que el dinero de los impuestos se va en gastos ineficientes, mala ejecución y una corrupción desenfrenada. Quienes quieren manejar al país, ese centenar de candidatos, deberían estudiar más el tema del Presupuesto General y revelar los ejercicios de administración que pondrán en funcionamiento si son elegidos, mientras tanto son los senadores y representantes quienes están obligados a aprobar el dinero justo y adecuado para que este Gobierno termine sin mayores traumatismos en una economía que está resistiendo el desgreño administrativo y la orfandad en políticas públicas de crecimiento.