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EDITORIAL

Un gran avance de paz, a pesar de todo

martes, 27 de junio de 2017
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Es un hecho histórico: Gobierno y Farc cumplieron lo acordado en cuanto al proceso de dejación de armas y del cese al fuego bilateral

Editorial

Llegar a una paz completa en cualquier lugar en conflicto es casi un imposible dialéctico, pues hay un devenir interno de tesis, antítesis y síntesis, que siempre estará llevando cualquier situación a un escenario de disputa bajo el esquema vencer para dominar. El conflicto interno que Colombia ha padecido durante casi seis décadas no se escapa a esa regla y justamente se plantean acuerdos de paz entre dos partes para avanzar en nuevos esquemas de funcionamiento social, que sean mucho más inclusivos frente a los que se venían recreando hasta ahora. Las palabras de Jean Arnault, jefe de la misión de la ONU para los diálogos de paz en Colombia son elocuentes: “el Gobierno y las Farc cumplieron lo acordado en cuanto al proceso de dejación de armas y del cese al fuego bilateral y las enseñanzas de estas experiencias podrán aplicarse en otras partes del mundo.

Ayer fue una jornada histórica para el país. Ocurrió un hecho impensable en Colombia hace cinco, diez, veinte y hasta 50 años: en varios puntos de concentración los guerrilleros de las Farc entregaron 7.132 armas, a excepción de 700 que las mantendrán en las zonas veredales para garantizar la seguridad de los guerrilleros allí confinados, hasta su desmovilización final. Este acto, a los ojos de una misión de la ONU que se encargó de dar un informe final, no puede pasar desapercibido y ser mirado con una óptica diferente al hecho en sí mismo de abandono de un alzamiento en armas contra el Estado que llevaba casi 60 años; un paso solo digno de un país civilizado en busca de que una sociedad fragmentada se una frente a la causa superior de vivir mejor y ganar en bienestar social, todo a través de unas instituciones sólidas que sean capaces de limar las diferencias que siempre existirán al interior de un mismo país que debe pensar en su futuro.

La entrega de estas armas, un volumen considerable, es un gran avance para la paz, a pesar de los detractores de este proceso que se viene cuajando desde hace más de un lustro y que históricamente integra las iniciativas de los últimos presidentes. Nadie puede desconocer que solo se llegó hasta este punto de quiebre luego del fracaso de la zona de distensión en El Caguán bajo el mandato de Andrés Pastrana, quien a la postre fue quien fortaleció las fuerzas militares que avanzaron a otra etapa del conflicto. Tampoco se debe desconocer que durante el gobierno de Alvaro Uribe se acorraló hasta el final al grupo insurgente que hoy entrega sus armas, y que con esta suma de acciones, Juan Manuel Santos, logró sentar a las Farc a dialogar en La Habana para que cambiaran las balas por los votos y depusieran sus armas contra el Estado y la sociedad civil. Es todo un proceso que viene de tiempo atrás y que debe ser tomado de esta manera encadenada; que lo que hoy estamos viendo no es un hecho de generación espontánea, que es un encadenamiento histórico de acciones de tres mandatarios que han buscado de diferentes maneras el mismo objetivo.

La Colombia de hoy no es la de 1998 ni la de 2002, es una Colombia que avanza, muy diferente el país incomunicado y violento de principio de siglo XXI. Ojalá seamos capaces de construir, de avanzar en el mejoramiento social y no seguir anclados en un pasado mezquino lleno de rencores y venganzas. Pero para lograrlo, el país político debe trabajar en fortalecer las instituciones, la eficacia de la justicia, la competitividad de la economía y sacar cada vez más millones de colombianos de la pobreza absoluta. Solo trabajando en los sectores público y privado con dimensión de grandeza podemos llevar a Colombia a otro nivel.

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