La sostenibilidad es la espina dorsal de la verdadera nueva economía en todo el mundo, un tema que debe trascender los intereses de políticos para poder pasar del dicho al hecho
Editorial
El mundo desarrollado lleva más de 40 años hablando de sostenibilidad, desde que los escandinavos embriagados de éxito por su incursión en el mundo petrolero empezaron a preocuparse por “Nuestro Futuro Común”, tal como la exministra noruega, Harlem Brundtland, tituló un informe para la ONU que le dio origen al gran tema que hoy ocupa a los gobiernos y a las empresas.
Si bien hubo anteriores estudios que hablaron del asunto, inédito por esos días, fue el llamado Informe Brundtland el que atisbó la temática e introdujo el concepto de “desarrollo sostenible”, una suerte de plantear que se debe garantizar el bienestar de las generaciones del presente sin comprometer el de las generaciones que vendrán. Dice el documento que “las energías renovables son un recurso aún no explotado que debía convertirse en fundamental”. Luego vinieron las cumbres mundiales sobre el cambio climático y el trabajo de los hombres y las empresas y se terminó, hace muy poco, trazando los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas.
Es un largo camino el andado para llegar a lo que hoy se vive en todo el mundo, incluso vale la pena advertir que las dos últimas administraciones nacionales han tenido la sostenibilidad como eje central de muchas de sus políticas públicas. Tanto Duque como Petro han hablado en escenarios internacionales del cambio climático y su impacto en las economías subdesarrolladas, de la responsabilidad con la Amazonía, de la huella de carbono y la transición energética hacia energía renovables; todos temas parientes que poco a poco pasaron de seductores e inéditos a lugares comunes entre los políticos de turno.
Quienes sí se han tomado en serio las cosas fueron las empresas líderes en responsabilidad social, quienes abordaron el tema con mayores beneficios, solo para construir hombro a hombro con sus mercados y comunidades, públicos de interés, un mejor futuro, una suerte real de “nuestro futuro común”.
La sostenibilidad de hoy está de moda y avanzando como una real tendencia que marca el cambio de época de la mano de las empresas. Fueron las grandes compañías las que introdujeron los informes ambientales y de sostenibilidad que abundan en la actualidad y que son una exigencia de muchas de las autoridades de control y vigilancia.
Ya es una tendencia hablar de green procurement o “contratación sostenible” en muchas corporaciones, acciones que garantizan la sostenibilidad generalizada en procesos y proveedores. Son las empresas las que han construido el camino de la sostenibilidad para llegar a la economía circular, una novísima fase inédita a la que todos los países con sus sectores productivos deben llegar.
Una suerte o génesis que va de la responsabilidad social empresarial, a la sostenibilidad para saltar a la economía circular en donde todos los procesos sean limpios y responsables con el ambiente.
Ojalá la sostenibilidad no solo sea una moda, que las empresas estén obligadas a hacer sus informes de sostenibilidad en toda la cadena productiva y que se pueda construir un mundo mejor desde las corporaciones. El gran problema ahora es que el concepto se ha politizado e incluso hay negacionistas del cambio climático y de la huella de carbono, una situación que es muy mala para verdaderamente intentar un futuro común responsable con las actuales y nuevas generaciones.
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