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EDITORIAL

Rebote de la pobreza en América Latina

miércoles, 4 de noviembre de 2015
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Aseguran que no hay relación directa entre el crecimiento del PIB y la pobreza, pero es obvio que una buena economía crea mejoramiento social

No es exagerado calificar de dramático el panorama que sobre la pobreza presentó esta semana la Cepal en Lima, en el que concluye que los avances en la reducción de la pobreza en la región se han estancado desde 2012 y la indigencia muestra una leve tendencia al alza y además, América Latina y el Caribe siguen siendo las regiones más desiguales del mundo en términos de distribución del ingreso. Según el organismo, en 19 países de América Latina existían 167 millones de personas en situación de pobreza en 2014 (28% de la población), de los cuales 71 millones (12%) se encontraban en la indigencia. Los niños y niñas, mujeres, jóvenes, adultos mayores, personas con discapacidad, pueblos indígenas y los afrodescendientes son quienes más sufren la discriminación, carencia, privación de derechos o vulnerabilidad. En el caso colombiano, las cifras se ajustan al promedio regional y aunque ambos indicadores han descendido, no lo han hecho por encima de otros países. 

El tema adquiere especial relevancia con la actual coyuntura económica que prevé dificultades para recuperar las tasas de crecimiento de años anteriores y mantener el nivel del gasto público. De acuerdo con el organismo, el PIB regional descenderá este año 0,3% y en 2016 el aumento solo será de 0,7%, con lo cual es muy probable que tanto la pobreza como la indigencia tengan un rebote negativo.

Aunque para algunos teóricos no se puede encontrar una relación directa entre crecimiento del PIB y pobreza, la realidad ha comprobado que un comportamiento sostenido de la economía induce a un mejoramiento social por la vía del empleo y el Estado. No es esto lo que se espera para los próximos dos o tres años, pues el desaliento económico parece general, así en algunos países esto resulte más evidente.

La Cepal llama a los distintos gobiernos a trabajar en tres dimensiones: la económica, social y ambiental y sostiene que “Reducir sustantivamente la desigualdad es condición indispensable para reducir la pobreza. Lo social no se juega solo en lo social, sino que también en la economía, en la política y en el medioambiente. Tampoco la diversificación productiva se deciden solo en el campo económico: el desarrollo social inclusivo y la mejora de las condiciones de vida de la población son un requisito necesario para asegurar la prosperidad económica”. 

Ante este panorama poco alentador en el corto plazo, agudizado por la depreciación de las monedas locales que inducen a un mayor empobrecimiento relativo, el asunto debe ser tratado con la mayor responsabilidad por los gobiernos para evitar un deterioro social mayor, pero el pragmatismo debe llevar a entender que dado que las condiciones económicas no son las mismas de antes, la aspiración general de los ciudadanos incluye un manejo pulcro y transparente de los asuntos de Estado, en particular del gasto publico, dirigiéndolo con la mayor eficiencia hacia los más necesitados.

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