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Los dos termómetros usados para medir la pobreza, el multidimensional y el monetario, muestran que en el campo aún no se derrota la precariedad ni la escasez, claves para el debate
El resultado de la pobreza en el campo es el mismo si se toma como referencia el indicador multidimensional o monetario; en la ruralidad colombiana se han ido perdiendo las batallas en contra de la precariedad de los servicios públicos, la vivienda, la salud, la educación, el transporte y el empleo. Y lo peor es que las personas que viven con menos de un dólar al día o las familias a las que no les alcanzan sus ingresos mensuales para pagar la canasta familiar siguen aumentando en las zonas rurales, una situación crónica que se ha visto profundizada por los casi 20 meses de pandemia.
Las consecuencias de esta penosa situación es el avance de la delincuencia en todas sus dimensiones: narcotráfico, extorsión, robo, secuestro, disidencias, bloqueos y migración no planificada a aumentar los cordones de miseria en las grandes ciudades.
El Dane publicó que el año pasado 9,04 millones de personas vivieron en condiciones de pobreza multidimensional; unos 489.000 más experimentaron insatisfacción en 30% de sus necesidades básicas: condiciones educativas; transporte; bienestar de la niñez y juventud; acceso a servicios de salud; empleo formal y calidad de la vivienda.
La incidencia de este tipo de pobreza aumentó 0,6 puntos porcentuales, pues pasó de ser 17,5% en 2019 a 18,1% el año pasado. Una asignatura que sigue pendiente y que en el campo no parece tener doliente, pues los alcaldes y gobernadores no hacen un seguimiento efectivo, ni le ponen indicadores a la evolución de la pobreza en sus regiones, tarea que se la dejan a políticas públicas lejanas, que casi nunca llegan a todos los rincones de los 1.103 municipios colombianos.
La lucha contra la pobreza sigue siendo una tarea o una función de entes nacionales que no han logrado articular todos los intereses para poder disminuirla de manera notable, tal como ha sucedido en países similares.
El Pacífico y todo el suroccidente colombiano -foco de violencia y narcotráfico- es la región que experimenta un mayor porcentaje de pobreza multidimensional, con 30,9%; seguida por el Caribe, con 28,7%; la Región Central, con 17,9%; Antioquia, con 14,9%; la Región Oriental, con 14,5%; Valle, con 11,1%; y Bogotá, con 7,5%.
Es un hecho que la pobreza multidimensional es tres veces más pronunciada en las zonas rurales que en las urbanas, pues mientras que en las cabeceras municipales la tasa es 12,5%, en los centros poblados y rurales dispersos la tasa fue 37,1%. La caída histórica de 6,8% del PIB el año pasado y las altas cifras de desempleo e informalidad son claramente las causas de el rebrote de pobreza, pero no se puede dejar de pensar en acciones concretas para evitar que el campo se siga entregando al olvido y sea el caldo de cultivo de todos los problemas nacionales.
Hay que atender este tema de manera prioritaria: el porcentaje de personas clasificadas como pobres monetarias, respecto al total de la población nacional, es 42,5%, un aumento de 6,8 puntos porcentuales frente a la cifra de 2019, de 35,7%. Más de 3,6 millones de personas ingresaron a la situación de pobreza monetaria, pues en 2019 la cifra era de 17,4 millones y en 2020 la cifra pasó a 21,02 millones de personas. El gran problema es que casi todos los pobres no están siendo atendidos por vivir en zonas rurales que no tienen presencia del Estado.
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