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El régimen que destruye a Venezuela compra tiempo, con el peligro que pueda armar un bloque de apoyo fuerte que permita mantener su populismo
El tiempo pasa y el único ganador es Nicolás Maduro quien no solo se aferra al poder, sino que acude -hoy más que nunca- al dañino populismo para anclarse en el Palacio de Miraflores y seguir manipulando con discursos nacionalistas cargados de lucha de clases y desinformación. La última cruzada que ha lanzado el régimen socialista, que ha destruido la economía venezolana y lanzado a errar por el mundo a más de 4 millones de sus ciudadanos, es acudir a las masas fieles de chavistas en los rincones de Caracas y pedir una cruzada a los “progres” en defensa de su modelo nefasto. Ahora se quiere victimizar para cambiar la percepción de que es Estados Unidos y el capitalismo salvaje, lo verdaderos causantes de la miseria de su pueblo. Con el paso de los días, desde que la mayoría de países reconocieron la presidencia interina de Juan Guaidó, han empezado a salir voces de apoyo, esas mismas que soportan sus discursos en las figuras discutidas del Che, Fidel Castro, Salvador Allende, entre otros.
No se puede caer en la desinformación social de que es mejor Maduro que Trump o que la ineptitud del otrora mandatario venezolano es causada por la intromisión de la banca multilateral o de las grandes multinacionales que están tras el botín de las reservas de petróleo más grandes del mundo. Con cada día que pasa, Maduro se aferra más al poder y se puede correr el riesgo de que una inesperada masa de “progres” empiecen a cambiar la percepción de lo que realmente está pasando en Venezuela, y de quienes son los responsables de este genocidio económico, sin precedentes históricos en todo el continente americano.
La influyente revista británica, The Economist, le dedicó su tema central a la situación de Venezuela bajo el sugestivo enfoque de “las democracias del mundo tienen razón en buscar el cambio en el país peor gobernado de América Latina”, pero bajo el paraguas de “The battle for Venezuela’s future”, pues la afirmación le da méritos o vida a una oposición inexistente hasta ahora a las democracias que han ungido a Guaidó, bloque antagonista que puede ir cobrando fuerza sino se refuerza la salida de Maduro en cuestión de semanas.
Está claro que no se puede bajar la guardia ni mucho menos dejar que las posiciones tibias (léase México) empiecen a tomar fuerza y rueden al bando de quienes creen en las palabras falaces de la izquierda latinoamericana, que ven en la supuesta “batalla por Venezuela”, los intereses por las reservas petroleras o la reelección de Trump en la Casa Blanca. En todos los rincones de Colombia se puede ver que no es así, que hay un gobierno inepto que generó una diáspora histórica, no solo para poder gobernar con tranquilidad, sino para exportar caos entre los países vecinos.
El presidente Iván Duque se ha erigido como el líder mundial en la solución al problema venezolano, pero ese liderazgo no se puede dejar enfriar y es imperativo el apoyo del sector privado, la academia, lo políticos y toda la diplomacia para que se retomen los esfuerzos y la amarga noche o la mala hora del pueblo venezolano termine para empezar una reconstrucción del vecino país. Pero lo más importante es generar la conciencia de que hay en Colombia “progres” mimetizados “en modo silencio” a quienes no les interesa que Maduro caiga, solo para no aceptar que el socialismo del siglo XXI ha fallado irremediablemente.
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