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EDITORIAL

Más allá de los oros, se necesita una estrategia

viernes, 19 de agosto de 2016
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Para lo que deberían servir los resultados de los Olímpicos es para plantear la necesidad de diseñar una política integral de deporte. 

Se terminan los Juegos Olímpicos de Río, los mejores para Colombia y las lecciones no se hacen esperar. Tal como fueron concebidos por los griegos desde su creación, hace 2.800 años, los juegos conservan su espíritu de la excelencia, expresada en la fortaleza de los deportistas y su capacidad para derrotar a sus contendores, pero la sumatoria individual lleva a que sean los países los que finalmente resulten ganadores en función de las medallas de oro obtenidas. Conseguir una presea en las justas no solo exalta a los deportistas como los mejores del planeta, en cada una de las especialidades, sino que es un orgullo para toda la Nación representada por el ganador. Una medalla no se mide por el precio del metal que representa, sino que es mucho más, en términos del valor que contiene desde el mismo momento en que una persona alcanza el honor de estar en el grupo selecto de los mejores portando la bandera.

No es exagerado afirmar que hay una relación directa entre el desarrollo de los países y su ubicación en el medallero. Es una demostración de lo que un país fomenta el deporte como una política más allá del corto plazo y consecuentemente asigna  recursos financieros para lograr ese objetivo, sin esperar el retorno como se concibe. Por eso, no es azar que potencias como Estados Unidos, China, Gran Bretaña, Japón y Rusia logren los primeros puestos. En el caso de los países menos desarrollados, la participación tiene gran importancia, así el número de medallas obtenidas no se pueda comparar con el de las potencias, pues no solo constituye una demostración del esfuerzo y capacidad individuales para sobreponerse a las dificultades en las que practican el deporte sino también a la solidaridad y altruismo de profesores cuya recompensa está lejos del dinero. 

Nadie desconoce el aporte que hace el Estado para financiar la actividad deportiva, pero el asunto es mucho más que eso y no hay que engañarse: los deportistas que triunfan recorren buena parte de la formación con su propio esfuerzo, el de sus familias o sus comunidades y solo cuando ya obtienen triunfos, comienzan a ser atendidos por gobiernos u organizaciones privadas que encuentran una oportunidad para hacer mercadeo para sus productos. Son excepciones las que se salen de ese esquema.

Las distintas regiones del país, pero paradójicamente las más pobres, están llenas de prospectos deportivos, jóvenes que buscan el deporte como opción de vida para salir de la extrema pobreza y sacar adelante a sus familias, también sumidas en las dificultades. Sacar provecho por los resultados alcanzados en los Juegos es una práctica cuatrienal, pero para lo que deberían servir los resultados es para plantear la necesidad de diseñar una política integral de deporte, que no solo incluya apoyar a talentos que logran triunfos y se hacen notar, sino descubrirlos con una visión integral que involucre temas no solo relacionados con la fortaleza física, sino con la educación, la salud, la cultura y el mismo entorno familiar.

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