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EDITORIAL

Maduro y Trump hablan el mismo lenguaje

miércoles, 26 de agosto de 2015
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Maduro y Trump basan sus campañas políticas en eliminar a los más débiles, pero lo cierto es que es una tendencia creciente que aquí no ha llegado.

Una cosa es clara: el Gobierno colombiano debe ser responsable de atender dignamente a los nacionales desplazados o desterrados de Venezuela del lugar donde vivían y quienes han tenido que regresar a su país de origen por fuerza mayor. Se calcula que son unas 2.000 personas las que han sido afectadas directamente por las políticas racistas y violatorias del derecho internacional humanitario por parte del gobierno de Nicolás Maduro, presidente de Venezuela. Nuestros ministros tienen ante sus manos una prueba de fuego histórica que examina su capacidad de respuesta ante una situación de crisis humanitaria que nunca antes de había vivido.

Si Nicolás Maduro hizo eso con los más humildes es capaz de hacer cualquier cosa loca, al mismo estilo que su mentor Hugo Chávez que amenazó de enviar sus misiles a Bogotá si nuestro gobierno ejecutaba una acción de búsqueda, captura o ataque a los guerrilleros que se esconden en su país. Maduro es un vecino peligroso que nos puede meter en una espiral de violencia si nuestro Gobierno no sabe manejar la situación. Sus ambiciones electorales lo mueven a tomar decisiones irracionales, tal como está sucediendo con el candidato a la Casa Blanca, Donald Trump, quien la ha emprendido contra los latinos que trabajan en su país.

Entre las ideas que mueven a Trump y las que ejecuta Maduro no hay una fina capa que las separa: son las mismas. Ambos quieren usar a los más débiles para sus propósitos políticos. Lo peor es que la aporofobia se cierne en todos los países, no solo en Estados Unidos contra los latinos o en Venezuela contra los colombianos más humildes. En Europa hay un renacer xenófobo que tiene como víctima a los asiáticos, africanos, latinos y las clases más desprotegidas de esos países.

El problema social y político es que el miedo a la pobreza (dada la situación económica de incertidumbre) y el desprecio por los pobres (que supuestamente les quitan sus impuestos) es una tendencia creciente en los países desarrollados que gana adeptos en los países en desarrollo. Nuestros gobernantes y todas las instituciones que conforman un Estado como el colombiano deben estar atentas a las tendencias que de una u otra forma se han anquilosado con los llamados estratos sociales. Vivimos un país de grandes desigualdades, quizá las más protuberantes de la región y de las más altas del mundo, una realidad que presiona las diferencias por miedo a la inseguridad. Aún esas diferencias en el ingreso no se han trasladado a pugnas internas entre regiones, pero es una situación compleja y creciente al interior de las ciudades y que son infladas por algunos gobernantes.

Está claro que Maduro y Trump hablan el mismo lenguaje de la aporofobia, pero la cuestión es qué tan cerca están algunos políticos nuestros de usar esa tendencia para ganar votos.

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