Leer y calcular, esas destrezas que se evaporan

La Filbo es de lejos una de las actividades culturales más masivas de Colombia, evento que logra reunir en torno al libro y su lectura a casi medio millón de personas durante un par de semanas; está entre las dos o tres ferias del libro más importantes de Iberoamérica.

Cualquiera diría que Colombia es un país de periódicos, escritores y lectores, pero la realidad es otra: la prensa escrita libra una de las más duras batallas de su historia por tratar de ir casi a la par de la revolución de las pantallas, bien sea la de un computador, un televisor o del invencible celular.

Claramente, es un país de artes liberales y de grandes industrias creativas, los escritores de todas las variedades abundan y el país es muy prolijo en la producción de libros de todas las áreas, la industria editorial es una de las más robustas de la región; y finalmente, de manera paradójica es un país de muy poca lectura.

A la luz de las cifras aportadas por la Cámara Colombiana del Libro, se leen 3,75 libros al año, con corte a 2023, una cifra realmente baja si se tiene en cuenta que -Según World Population Review-, en Estados Unidos leen 17 libros a lo que le dedican casi siete horas semanales; le sigue India, con 16 libros y poco menos de siete horas; y en el tercer lugar está Reino Unido, con 15 libros y 6,5 horas semanales.

Otra fuente es la evaluación que hace la Ocde de las Competencias de Adultos, competencias en comprensión lectora y matemática que están sufriendo un notable retroceso o estancamiento a lo largo de la última década. La comprensión lectora o de lectura, más la capacidad de cálculo y la resolución de problemas, son facultades en franco retroceso en una sociedad cada vez más liderada por las soluciones digitales.

El estudio de la Ocde busca aportar datos que demuestren que la adquisición y el uso de competencias mejoran las perspectivas de empleo y la calidad de vida, además de impulsar el crecimiento económico. Dicho de otra manera, país que tiene un buen nivel de lectura y de capacidades contables, sus individuos son más competitivos y será más desarrollado.

Dicta la Ocde que “la población con mayores competencias en matemática y lectura tiene más probabilidades de trabajar, de ganar un salario más alto y de disfrutar de mejor salud y satisfacción con su vida, que los menos dotados de estas competencias”, un hallazgo de perogrullo al que poca atención se le pone ante la avalancha digital.

Ahora bien, no es que la lectura haya disminuido, sino que se ha trasladado a otras interfaces: la gente lee menos en hojas de papel impreso, espacio que han ganado las pantallas del computador y del celular.

Los medios de comunicación y todo el ecosistema de youtubers, tiktokers, podcasters o instagramers, entre muchos otros, han hecho evolucionar la lectura con abundante contenido especializado en diversas plataformas, lo cual es una buena coyuntura para los generadores y creadores de contenido, pero hay algo inherente a la lectura per se, y es el efecto de la lectura plana en las conexiones neuronales y las activaciones cerebrales que generan, una sensación que solo ofrecen las interfaces no digitales.

Leer y calcular con fluidez son facultades que poco a poco se evaporan, pero que en pocos años serán actividades medicadas o recetadas para mejorar la memoria entre los mayores y la concentración en jóvenes. Con el hábito de la lectura sucederá lo mismo que con caminar y correr, cosas simples inherentes al ser humano que ahora son recetas de bienestar.