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Desde el año pasado, el Emisor no hace otra cosa que subir su tasa, el gobierno pasado quiso bajar aranceles y este ha hablado de control de algunos precios, pero nada les sale
Si hubiese una fórmula mágica de algún economista para bajar la inflación sería un logro científico sin igual al que le deberían todos los premios, y no solo eso, podría patentarla y venderla a los gobiernos del mundo sin excepción, tal como sucedió en 2020 con el coronavirus y la vacuna, que al aplicarse masivamente devolvió la normalidad. Eso no pasará por ahora y los ministros de economía tienen que resignarse y reconocer que el problema se llevará más tiempo del previsto y que la devaluación de las monedas emergentes, sumado a conflicto de Ucrania, que parece no tener final en el corto plazo, son situaciones que soplan la hoguera de altos precios que elevan el costo de vida, incluso en países desarrollados con bancas centrales fuertes y creíbles, además de filas de economistas probos en universidades de grandes ligas.
Pero hay remedios que no solo parecen vencidos sino inoperantes ante la escalada de precios. Justo hace un año que la Junta Directiva del Banco de la República empezó a subir la tasa de interés de menos de 2% hasta 11%, todo eso en 12 meses, lo que irremediablemente frenará el crédito de las empresas y las familias, además de sumir a la economía en una esperada recesión. Encarecer el dinero oficial en una economía informal, sin mucho acceso al crédito formal, poco bancarizada realmente y con lavado de dinero, puede encender las alertas sobre la ineficacia de las tasas altas para sacar dinero circulante. Ese sería un buen tema académico de investigación si la gerencia técnica del Banco diera más respuestas, fuese más proactivo en la producción de estudios necesarios y abriera las ventanas a la realidad económica doméstica.
No hay nada actualizado sobre el impacto de la economía subterránea en el Producto Interno Bruto, así como otros temas de gran impacto nacional o al menos de curiosidad periodística. Y si elevar las tasas en una economía tan informal como la colombiana no está funcionando contra la variación de los precios, menos aún fueron las medidas adoptadas por el anterior gobierno de reducir a cero, durante seis meses, los aranceles de 165 bienes importados relacionados con la producción agrícola. Si la inflación se bajara con un decreto, el mundo sería muy barato.
Fue una acción desesperada con el conocimiento profesional de que no funcionaba. Un largo listado de bienes con aranceles de 5%, 10% y hasta 15% en el que incluían alimentos, bebidas, harinas, cereales, semillas para productos agrícolas, aceites esenciales, diferentes tipos de papel, extracto de malta, hidrolizados de proteínas, mejoradores de panificación, complementos alimenticios y granos trabajados de avena, se convirtió en un globo que ni siquiera fue objeto del empalme entre la administración Duque y la de Petro, quien con retrovisor pensó como el Emisor en su momento que la inflación era cosa transitoria.
Estamos en la semana del comienzo de la escalada inflacionaria con sus responsables solo echándole la culpa a las externalidades, sin un plan maestro para manejar los precios altos que seguirán subiendo por dos vías: el incremento desmedido del salario mínimo y la conducción de la devaluación a los productos y servicios de la canasta familiar de origen importado. Ya casi son los 100 días de la nueva administración, es el momento de tener una hoja de ruta para volver a la inflación a su estado normal.
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